La tarde de hoy (Viernes Santo) en Laciana tenía marcado en rojo un acto profundamente arraigado en la tradición local: la Procesión del Cristo de los Mineros. Cada año, esta cita reúne a decenas de personas procedentes de diversos lugares y residentes, en Caboalles de Abajo para acompañar la imagen del Cristo en un recorrido solemne por las calles del pueblo, en homenaje a quienes dejaron su vida en el duro oficio de la mina. Sin embargo, este 2025 la lluvia obligó a modificar los planes.
Pese a que no se pudo salir al exterior, la emoción no faltó. El acto, que se celebró en la Iglesia Nueva de Caboalles de Abajo tras la misa, se transformó en una sentida ceremonia dentro del templo, donde el Cristo fue portado por los costaleros y costaleras en un breve pero simbólico paseo por el pasillo central de la iglesia. Un gesto sencillo pero cargado de significado que permitió mantener viva la esencia de la procesión.
La iglesia, llena hasta los topes, fue testigo de un ambiente de recogimiento y respeto. Las flores rojas que adornaban el altar, que también acompañaban al Cristo y que portaban los integrantes de la Cofradía de los Mineros, recordaban a los mineros fallecidos, con especial mención a las recientes víctimas de la mina de Cerredo (Zarréu). Ese color, el rojo, se convirtió en símbolo de memoria, dolor, resistencia y orgullo.
El momento más conmovedor de la noche llegó con la música. La banda, que tradicionalmente acompaña la procesión, interpretó una selección de marchas procesionales, pero reservó un momento especial para la interpretación de Santa Bárbara, himno de los mineros. Al sonar sus primeros acordes, un silencio estremecedor se apoderó del templo. Muchos de los presentes no pudieron contener las lágrimas. La canción, que forma parte del imaginario colectivo de las cuencas mineras, conectó a los asistentes con su historia, sus raíces y sus ausencias, y muchos no dudaron en cantarla junto con el acompañamiento de la banda.
“Ha sido diferente, pero muy de intenso”, comentaba al salir una mujer mayor, emocionada, con los ojos vidriosos. “Aquí todos tenemos a alguien que bajó a la mina. Escuchar Santa Bárbara en este contexto remueve muchas cosas”. Y es que, en Laciana, esta procesión no es solo un acto religioso, sino también una expresión de identidad, de memoria colectiva y de homenaje a generaciones de hombres —y también de mujeres— que entregaron su vida en la oscuridad de las galerías.
La Cofradía del Cristo de los Mineros, organizadora del evento junto con la parroquia de Santa María de Caboalles de Abajo, quiso agradecer la comprensión de todos los asistentes ante la imposibilidad de realizar el recorrido tradicional. “No queríamos dejar pasar esta oportunidad para honrar a nuestros mineros, como se merecen. Ha sido un acto sencillo pero muy sentido, y creemos que eso es lo importante”, señalaron.
Aunque la lluvia cambió los planes, no logró apagar el espíritu que envuelve esta cita tan especial para el Valle de Laciana. La de este año no fue una procesión al uso, pero sí una de las más emotivas que se recuerdan. Porque cuando se camina con el corazón, no hace falta salir a la calle para recorrer un camino de fe, memoria y esperanza.
