José Antonio Díez es el secretario general de León capital, esto es, controla el aparato interno del PSL. Gracias a ese férreo control y a base de muchas depuraciones, se ha ganado a pulso ser el eterno candidato a la Alcaldía de la capital leonesa. La renovación del organigrama a nivel provincial auguraba una luna de miel con el otro secretario, el provincial, Cendón. Y aquí paz y en el cielo gloria. Qué equivocados estábamos todos. Los sesudos analistas y hasta la estatua de Guzmán el Bueno.
El péndulo caprichoso quiso que esta vez la marea electoral se inclinase hacia el bando socialista y, albricias, José Antonio Díez vio cumplido su sueño. Lo que parecía en otras contiendas electorales imposible se obró realidad. Pactos y contrapactos llevaron al Partido Popular de Silván al «rincón de pensar» y al alargado y delgado oponente al sillón, sí por fin, de alcalde de León, que viene a equivaler a la segunda o tercera autoridad provincial.
Con el paso de los meses el máximo edil asombró a sus propios parroquianos con su nuevo discurso leonesista. A la UPL le salía un competidor mucho mayor por el flanco izquierdo. La eterna rivalidad Valladolid-León, excusa perfecta para ganarse el leonesismo mayoritario, el sociológico, el que inventó Juan Morano Masa como cuestión diferencial histórica y afrenta en el eterno «Valladolid nos roba, nos robó y nos ha dejado tirados a nuestra suerte». Y con tan sólo la razón de la discriminación evidente, la del tamaño de la burocracia regional en una y otra capital, el resto es mero electoralismo de imitación cutre de otras zonas de España. Y Díez chocó con Cendón, con Tudanca y hasta con buena parte del nuevo socialismo atrincherado en el poder nacional. No. No tiene muchos amigos el discurso social-leonesista fuera de León, pero el alcalde bien sabe que electoralmente dará rendimientos a medio y largo plazo. Su constancia y su paciencia hasta ser el leonés número uno le avala para librar una lucha que garantiza votos en casa y enemigos fuera.
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