La crispación vivida en el Congreso estos días, queridos oyentes, ha superado con creces las descalificaciones mutuas que habitualmente se dedican los portavoces del partido en el Gobierno y los partidos de la oposición. El incidente que ha sido objeto de tantos comentarios y editoriales en los medios de comunicación se produjo el pasado miércoles durante la sesión de control en el Congreso. Era el turno de preguntas al Gobierno, cuando el diputado Rufián, representante de Esquerra Republicana de Catalunya, se dirigió a Borrell, ministro de Asuntos Exteriores empleando un lenguaje tan inadecuado y una gesticulación tan grosera que resulta difícil resistirse a la tentación de hacer la broma fácil de calificar la actitud del diputado con su propio nombre: rufián.
Desmenucemos lo sucedido. Empezó su intervención el diputado de Esquerra pidiendo al ministro Borrell que lo mirara muy bien para que pudiera escuchar sus palabras: “usted es el ministro más indigno de la democracia española y los ha habido muy indignos, usted no es un ministro, usted es un hooligan, una vergüenza para su grupo parlamentario más que nada porque es un militante de Sociedad Civil Catalana, una vergüenza… porque es una organización de extrema derecha”. No contento con faltar a la verdad, continuó Rufián acusando al ministro Borrell de mofarse de su grupo parlamentario, aludiendo a la diferencia entre el presupuesto que maneja el Ministerio de Asuntos Exteriores (1.500 millones) y el de la Consejería de ‘exteriores’ del gobierno de Puigdemont (60 millones), cuyo anterior titular, el Sr. Romeva, está encarcelado, no gratuitamente como, cree el diputado Rufián, sino por participar en el golpe de estado que culminó con la proclamación de la república catalana en el Parlament de Cataluña el 27 de octubre de 2017. Asimismo, acusó a Borrell de mofarse en un mitin del Sr. Junqueras, encarcelado también por el mismo motivo que Romeva: intentar dar un golpe de estado. Finalizó Rufián su intervención pidiendo la dimisión del Ministro.
En su respuesta, el ministro le dijo al diputado que pensaba que iba a hacerle alguna pregunta sobre la política exterior del Gobierno de España, pero, continúo Borrell, “una vez más usted ha vertido esa mezcla de serrín y estiércol que es lo único que usted es capaz de producir”. Rufián interrumpió en ese momento al orador y tras ser advertido dos veces por Pastor, la Presidenta del Congreso que le instaba a sentase y a guardar silencio para que el Ministro pudiera acabar su intervención, expulsó al diputado de Esquerra. Todos los diputados del grupo encabezados con Rufián a la cabeza abandonaron el hemiciclo en ese momento, y uno de ellos, el Sr. Salvador, escupió al Ministro al pasar por delante de él , según hizo notar allí mismo el propio Borrell.
Todo este triste asunto me lleva a formular dos comentarios. El primero es que Borrell no acertó con las dos palabras, serrín y estiércol, que eligió el Ministro para referirse con lógico desprecio a la intervención de Rufián. Ambos productos son, en mi opinión, demasiado nobles para aplicárselos a una intervención tan cínica, malévola y ruin. El serrín, quiero recordar, fue un producto muy apreciado que se vendía en las carpinterías y los comerciantes empleaban para espolvorearlo por el suelo de los comercios y patios y poder fregarlos sin levantar polvo, así como para tapar las rendijas por las que entre las tajaderas y los quicios de las puertas se colaba el agua que bajaba por barrancos y rieras cuando se producían trombas de agua. En cuanto al noble estiércol, quiero recodar cuánto lo apreciaban los agricultores para la calidad de la tierra como este abono natural. Así que serrín y estiércol son dos piropos que no merecía la penosa intervención del diputado Rufián.
Mi segundo comentario se refiere a la degradación del debate político que apuntaba el propio Borrell en su intervención. La democracia es, como casi todo el mundo acepta, el mejor de los sistemas de gobierno porque permite echar a los males gobernantes. Pero tiene, como todo el mundo es consciente también, un importante defecto: no garantiza que los gobernantes elegidos por los ciudadanos en las urnas estén preparados para resolver los problemas de la sociedad, ni tampoco que sean honrados, y todavía menos que se preocupen, una vez elegidos, por mejorar el bienestar de sus representados. Con demasiada frecuencia constatamos que carecen de la preparación más elemental necesaria para desempeñar sus cargos, y se ha convertido en algo frecuente que mientan descaradamente y hasta que metan la mano en la caja.
Y ya para terminar esta reflexión del domingo 25 de noviembre de 2018, les propongo como ejercicio a los oyentes que imaginen cómo sería la Real Academia Española (de la Lengua) si los académicos fueran elegidos por los ciudadanos en votación popular, en lugar de ser elegidos en votación por los propios académicos tras examinar cuidadosamente los méritos de los potenciales candidatos. No tengo ninguna duda de que los ciudadanos elegirían a cantautores de dudosos méritos literarios y autores de libros de éxito para ocupar bastantes de los sillones correspondientes a las letras mayúsculas y minúsculas de nuestro abecedario. Ahora les toca a ustedes sacar sus propias conclusiones.
Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico
Universidad Autónoma de Barcelona
Clemente Polo
25 de noviembre de 2018