PREMIOS MUJER 2024

Robles de Laciana da el último adiós a un genio del arte español, Eduardo Arroyo

Entre familiares, amigos y vecinos el polifacético artista recibió sepultura

Flores, pero sobre todo blancas. Sol pero de otoño. Robles de Laciana, regio pero triste. Hoy 15 de octubre la comarca despidió a un grande entre los grandes; un polifacético artista que aunque nació en Madrid, donde vivía nueve meses del año, su alma pertenecía a sus orígenes que no son otros que este pequeño pueblo para el que reservaba los meses estivales.

Hoy, Robles de Laciana despidió no solo a un vecino o a un amigo, sino que también a uno de los artistas más completos y relevantes que ha dado este país en la segunda mitad del siglo XX. Un hombre  sincero y fiel a sus pasiones: el deporte, la música, el boxeo, los toros, el cine, la ópera y el teatro. Un genio, sin más. Maestro de la llamada “figuración narrativa”. Artista autodidacta, además de escritor, periodista, escultor, escenógrafo y ceramista. Eso sí, un tanto radical.

Eduardo Arroyo era ese hombre que sobre todo se movía por convicciones, por sentimientos, porque desde años atrás tenía claro que cuando dejara de respirar quería descansar en su tierra, en su casa. Allí donde habitaba su corazón, allí donde logró recuperar la casona de su bisabuela materna, allí donde veraneaba cada año, allí donde hace apenas unos meses pintó la última de sus obras.

Y su deseo ya se ha cumplido. En la más estricta intimidad pero arropado por los suyos llegaban a Robles de Laciana, desde el tanatorio de la M-30, los restos mortales del artista. Casi una hora más tarde de lo previsto y bajo un sol de justicia. Sin misa previa en la iglesia, el ataúd fue conducido directamente hasta campo santo. A las puertas del cementerio vecinos, familiares y amigos esperaban para darle el último adiós al artista que en los últimos tiempos se había batido en duelo con una larga enfermedad. Todos arroparon a su viuda, Isabel Azcárate, lo mismo que habían hecho poco antes con su único hijo, Pimpi Arroyo.

Entre ellos, uno de sus incondicionales amigos, el lacianiego y también artista Lolo Zapico. Se mostraba cabizbajo y quiso guardar silencio en señal de duelo. Despedía a ese hombre que le animó a retomar el mundo del arte cuando ambos se conocieron en el año 1993.

También, el alcalde pedáneo José Méndez acudió al cementerio. El veterano regidor reconoció que Arroyo supo promocionar perfectamente el pueblo de Robles de Laciana con esos conciertos que durante diecisiete años organizó de la mano de la gran pianista de fama internacional Rosa Torres-Pardo. Por el auditorio ‘Eduardo Arroyo’, ubicado en los jardines de su casona, desfilaron grandes nombres del mundo del arte, de la música, y de la literatura. Entre ellos Cristóbal Halffter, Eduardo Úrculo, Ana Belén y Víctor Manuel, Máximo Pradera, Jesús Ruiz Mantilla o Lola Greco. Porque precisamente, en ese escenario natural y al aire libre, las obras al piano de Schubert y Albéniz sonaban majestuosas. Fueron unos encuentros con la música clásica convertidos en reuniones de amigos, seguramente inolvidables para el difunto anfitrión.

Pero las aportaciones culturales de la figura de Eduardo Arroyo con la comarca  no se quedaron ahí. En el año 1992 el ex-acalde de Villablino Guillermo Murias y Gregorio Peces Barba firmaban el Consorcio Libre de Enseñanza constituido por el Ayuntamiento, la universidad Carlos III de Madrid y la Fundación Sierra Pambley. Con esta firma culminaba la idea de Eduardo Arroyo de convertir a Laciana en sede de los cursos de verano. Una idea que en su día había transmitido a su amigo Gregorio Peces Barba. Para precisamente recordar este hecho, en Robles de Laciana también estuvo presente el propio Guillermo Murias quien abiertamente confesó que se había ido “un gran hombre”. Aquel que colaboró en gestar “una iniciativa positiva que ayudó a dinamizar la comarca y colocarla en el mapa, dando la oportunidad a mucha gente de que conociesen el municipio”.

A propósito de ex-alcaldes, Ana Luisa Durán, espectadora habitual en los conciertos de los que era anfitrión Arroyo, también quiso acudir a la despedida. Y hablando en presente, no podía faltar al último adiós del pintor el actual alcalde, Mario Rivas. El regidor se refirió al fallecido como “un gran genio que había decidido que quería ser de Robles de Laciana”. Y como todo gran genio “a través de su obra, que perdurará en el tiempo, será inmortal”. Razón no le falta pues el legado cultural que ha dejado a su paso el artista, que no es poco, le hará eterno. Eterno en el recuerdo de todos los que tuvieron el placer de coincidir con él en esta vida.

Condolencias institucionales

La Diputación de León mostró hoy sus condolencias a familiares y amigos por el fallecimiento de Eduardo Arroyo, “un leonés de adoptación que fue un verdadero amante de la provincia y sus paisajes”, señalan en un comunicado. “Todos los leoneses debemos sentirnos honrados a este leonés de adopción que configuró parte de su trayectoria artística entre nosotros”, manifestó el diputado de Cultura, Miguel Ángel Fernández, quien añadió que desde hoy, Robles de Laciana -localidad donde reposarán sus restos mortales- será el vínculo entre este excepcional artista y nuestra provincia”.

Por su parte, el alcalde de León, Antonio Silván, en nombre del Ayuntamiento y de la ciudad, lamentó hoy la pérdida de Eduardo Arroyo. Silván destacó su capacidad multidisciplinar como pintor, escultor, periodista, escritor y escenógrafo. “Un artista rompedor y uno de los grandes del siglo XX”, señaló antes de recordar que la ciudad acoge ‘Moscas’, un grupo escultórico obra de este autor.

Un trocito de su biografía

En el transcurso de su dilatada trayectoria, Arroyo recibió un buen número de distinciones, entre las que se puede destacar el Premio Nacional de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura, en 1982, o la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, en el 2000. También fue nombrado en 1983 Caballero de las Artes y las Letras por el Gobierno de Francia.

Nacido en Madrid en 1937, se educó en la capital española durante la posguerra y vivió el exilio en Francia durante la dictadura franquista hasta que decide regresar a España en 1976, con la llegada de la democracia, lo que significó que su obra solo pudo ser vista con normalidad en España a partir de 1980. Actualmente, sus obras están en los más importantes museos de arte moderno.

Durante el exilio, además de dedicarse al periodismo, comenzó su actividad como pintor. En París conectó con los círculos intelectuales y artísticos de vanguardia y desempeñó un papel importante dentro de los sectores progresistas de la cultura francesa. Como pintor expuso regularmente en los principales centros artísticos de Europa y América.

Su primera exposición, en 1963, fue clausurada por la censura. Años después, al ser nombrado comisario de la Bienal de Valencia, fue detenido en esta ciudad y reclamado por el Tribunal de Orden Público. Ya en democracia, en España realizó diversas muestras, como la antológica de 1982 en la Biblioteca Nacional de Madrid.

Nunca abandonó su vocación literaria y como escritor publicó en 1974 ‘Treinta y cinco años después’, denuncia contra el régimen franquista. En 1986 estrenó en Múnich su primer drama, ‘Bantam’. Entre sus últimas exposiciones se encuentra la reunida en París en octubre del 2015, una muestra sobre sus mejores retratos de los últimos 50 años de su vida. Sin alejarse de Francia, en junio de 2017 el artista figurativo mostró parte de su obra, un repaso de medio siglo dedicado a la pintura y la escultura.

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