Con el incidente del islote de Perejil damos por concluida la serie de las guerras en el norte de África que nos han permitido, aunque haya sido de manera superficial, recordar los incidentes bélicos más destacados que España ha tenido con Marruecos.
El nombre del islote objeto de litigio nos es muy marcial que digamos, pero, la realidad es así. También se debe afirmar que se trata de un islote muy próximo a las costa marroquí y que su tamaño apenas si alcanza el kilómetro y medio de largo.
El conflicto comenzó el 11 de julio del año 2002 cuando unos gendarmes, a la sazón policías marroquíes, plantaron la bandera de su país sobre el pequeño trozo de tierra. Debe precisarse que casi nadie en España, Marruecos o resto del mundo conocían la existencia de este minúsculo islote de la discordia.
Pues bien, una vez platificada, más que plantada la bandera, pasa por las cercanías una lancha de la Guardia Civil y lo comunica lógicamente a la autoridad competente. Parecía una broma, pero no lo era. La noticia llegó al Presidente del Gobierno de entonces José María Aznar. Hombre poco dado a las bromas en política, quizás por ser castellano viejo y caracterizarse por su lenguaje directo.
Contra lo que pudieron haber previsto los marroquíes, el presidente coge el teléfono, llama al Ministro de Asuntos Exteriores marroquí Benaissa y le dice que no va a permitir un acto de tal naturaleza en territorio español. Benaissa le contesta que no sabe de qué le está hablando. José María que lleva en su persona el nombre de, nada más y nada menos, que los padres de nuestro Señor, no se contiene y le espeta la frase de “que si le estaba tomando el pelo” y le da 24 horas para que se retiren las fuerzas alauítas.
Por parte de Marruecos ni caso al requerimiento. Aznar se había reunido con el Estado Mayor y sus principales ministros dando instrucciones de poner en marcha una operación militar de desalojo. Los marroquíes sustituyen a los gendarmes por infantes de marina, es cierto que pocos, en total 6.
La Ministra de Exteriores, Ana Palacio, recibe el encargo del Presidente de reivindicar la retirada de la isla, mientras él se dedica a recabar el apoyo de la Unión Europea y OTAN, cosa que consiguió. Una vez logrado este apoyo ordenó que se activara la operación militar.
Por su parte, los de Marruecos dando largas a la ministra. Afirmaban que se había ocupado el islote para luchar contra el tráfico de drogas y cosas por el estilo. A España todos estos argumentos le eran indiferentes y sólo pretendía ganar tiempo para asegurarse el apoyo internacional.
El día 17 de julio helicópteros llenos de boinas verdes ocupan la menguada isla, detienen a los soldados marroquíes, e izan la bandera nacional en Perejil sin pegar un solo tiro. Según el Ministro de Defensa del momento, Federico Trillo, todo un éxito. Lo cierto es que no hubo lucha alguna, lo que no deja de ser un éxito.
El Rey de Marruecos por su parte estaba celebrando su boda. No parecía el mejor momento para desencadenar un conflicto con su vecino que en ese momento era el segundo inversor después de Francia en su país.
Al día de hoy nadie ha sabido dar, al menos públicamente, una razón meridianamente clara del por qué de esta acción totalmente gratuita de Marruecos. Versiones opuestas como que lo que se quería era focalizar el problema en Ceuta y Melilla y por otro lado, que era un toque de atención a la Unión Europea para que tuviera en cuenta a Marruecos y no se olvidara de él.
Sea como fuere, se trató de un absurdo de la política internacional. Marruecos salió muy deteriorado en su imagen y hasta cierto punto humillado, por una acción que no le reportaría en ningún caso algún beneficio. Mohamed VI, vio enturbiada su boda por una acción que se volvió en su contra.
España salió reforzada, no sólo por su acción militar, sino por el apoyo internacional que logró para su causa. En fin, hasta la fecha hemos terminado nuestras campañas en el norte de África con un gran éxito y sin pegar un tiro. Ojala todas hubieran sido así de incruentas, pero lamentablemente la sangre española ha regado con demasiada generosidad los desiertos y pedracales del vecino continente. Eso sí, con valor y honor.