“Hacer provincia”, “hacer comunidad”. Nuestros políticos insisten en repetir ambas frases cuales mantras, confundiendo tal vez deseo y realidad. Y es que para conseguir ese sentimiento de pertenencia a un territorio -seamos francos, ausente en la provincia y en la Comunidad- y los beneficios que conlleva, que van mucho más allá de lo patriótico y que son muy interesantes en lo económico, es necesario el intercambio, el conocimiento del ‘otro’ y de lo que puede ofrecer y viceversa.
Pero en León, entrado el siglo XXI, este objetivo sigue sin superar la que es su principal barrera: los deficientes transportes. Tomemos como ejemplo León y Ponferrada, las dos grandes ciudades de la provincia, separadas por tan solo 113 kilómetros que sin embargo nos siguen pareciendo una eternidad si nos inclinamos por utilizar el transporte público. El único tren de la mañana desde León a Ponferrada, con salida a las siete, no llega hasta casi las nueve: 1 hora y 56 minutos de viaje -más el posible retraso-, casi lo mismo que tardan los autobuses con salida a las 6 y a las 8. En el caso del ferrocarril, a partir de las 14 horas, encontramos regionales y alvias que hacen el trayecto León-Ponferrada en un tiempo algo menor: hora y media, al igual que el autobús con salida a las 10,15, al que, claro está, debemos sumar lo que tardemos entre las estaciones de salida y llega y nuestros puntos de origen y destino.
De Ponferrada a León, tal vez por aquello de que los bercianos aún se ven obligados a acudir a la capital para ciertas gestiones o consultas médicas, la cosa pinta ligeramente ‘mejor’. El autobús con salida a las 8 llega a las 9,20 -hora y 20-, pero sin embargo no encontramos un tren hasta las 11,30.
Y es que los horarios de los trenes no están pensados para los habitantes de la provincia sino para aquellos que realizan trayectos más largos entre Madrid y Galicia, y los de los autobuses para el transporte -necesario- entre las numerosas localidades que atraviesan.
Así pues, si nuestra intención es movernos de una ciudad a otra para mantener un encuentro de trabajo, para realizar unas compras, en suma, para aprovechar el día, al final no nos queda otra que coger el coche, con el que sí podemos cubrir la distancia en poco más de una hora si pagamos los 5,05 euros para turismos -hasta 8,25 para vehículos pesados- de la autopista entre León y Astorga. Si nos decidimos por la N-120 debemos armarnos de paciencia, dependiendo de la hora podemos hacer el trayecto en tan solo 10 minutos más que por autopista, aunque existe la posibilidad de que nos encontremos una larga fila de camiones detrás de uno o dos trasportes especiales lo que nos demorará más de 20 o incluso más si decidimos no ponernos a adelantar como locos.
La cosa se complica todavía más en el Bierzo, pues si bien León está conectado por AVE con Valladolid -en breve por autovía también- y Madrid; por autovía con Burgos -el País Vasco y Francia-, y por autopista con Asturias, Ponferrada solo tiene la A6.
Que los partidos políticos se unan para reivindicar un nuevo paso ferroviario por el Manzanal que venga a sustituir al viejo túnel por el que solo puede pasar un tren cada vez y que data de la primera mitad del siglo XX, así como para exigir llegada del AVE a Ponferrada, es una buena noticia, una gran noticia. Pero, mientras tanto, ¿tan difícil es habilitar un tren o un autobús directo que permita la conexión en entre ambas ciudades a horas razonables para poder aprovechar el día? ¿Que promueva el uso del transporte público evitando la contaminación y el tráfico de los vehículos privados? ¿Que permita a los trabajadores que vivan en una de las ciudades y trabajen en la otra poder desplazarse sin jugarse la vida en la carretera?… La barrera del Manzanal no solo está en la mente.