PREMIOS MUJER 2024

Lo que nos jugamos el 4M

Hace dos meses apuntamos lo que nos jugábamos todos en las elecciones catalanas del 14F. Todavía está en el aire porque los tres grupos independentistas no han conseguido formar gobierno: su pulso interno por la hegemonía se lo pone muy difícil. Ahora estamos ante otras urnas con incluso más evidentes implicaciones generales. El marketing político, y sobre todo la falta de una mayoría clara, impone la campaña permanente. Y todo está paralizado a la espera del desenlace.

 

El error del PSOE

 

El movimiento poco meditado o mal preparado de los socialistas, y de Ciudadanos, para intentar acabar con el PP provocó un cambio total del escenario y el calendario político. No necesitaban acorralar a un empequeñecido Partido Popular. En todo caso sí vieron la oportunidad que les brindaba Inés Arrimadas para agrandar el poder socialista en comunidades donde no han encontrado forma de gobernar, con efecto beneficioso inducido ante unas hipotéticas elecciones generales.

 

Las mociones de censura fueron un fracaso en la Región de Murcia (no en el ayuntamiento), un fracaso en Castilla y León y produjeron una explosión en Madrid, donde una desconocida e inexperta Isabel Díaz Ayuso encontró la disculpa para convocar elecciones, después de haberse hecho con la bandera del descontento contra Pedro Sánchez y del hartazgo ante las contradictorias y cambiantes restricciones de la pandemia.

 

El PP puede duplicar su voto

 

La remontada del PP de Ayuso la ha colocado al inicio de la campaña electoral en el entorno de los 60 escaños, a nueve de la mayoría en el mejor de los casos. Alguno más de esa decena decisiva puede sacar Vox. La movilización entre la derecha es alta y solo falta medir el descalabro de Ciudadanos: si no logra el 5% está fuera de la Asamblea de Madrid y se acabaron las cuentas. Si entra dice que apoyará al PP. Eso dicen las encuestas, aunque no conviene olvidar que su margen de error puede modificar estos datos.

 

De carambola Pedro Sánchez ha conseguido dormir tranquilo al salir Pablo Iglesias del Gobierno, en un intento desesperado de evitar que Podemos desaparezca de Madrid. Como partido ya no existe en la práctica, es una parte de  la amalgama de grupos izquierdistas e independentistas aliados a ratos del PSOE. Si gana Ayuso el presidente del Gobierno conseguirá además que el PP tenga un subidón eufórico, pero con difícil digestión interna: ¿Casado o Ayuso? La implicación de Sánchez en la campaña ha contribuido a agrandar a la candidata popular -en detrimento de Casado- y ha rebajado a su Ángel Gabilondo. Un fracaso socialista puede desestabilizar al PP, pero afectará al presidente y abrirá un escenario de derechas ganadoras. Ellas verán cómo lo gestionan y se reorganizan si se confirma en el 4M.

 

Neocasticismo

 

La arriesgada y eficaz actuación del equipo Ayuso ha provocado otro cambio. El resurgir de un casticismo madrileño, de nuevo cuño, orgulloso de unas señas de identidad en el estilo de vida, con multitud de seguidores fuera de la comunidad, comenzando por los hosteleros y siguiendo con los jóvenes, y no tan jóvenes, hartos de confinamientos.

 

Ante una posible moda del cocido madrileño, los maragatos podrán decir algo. La recrisis del covid-19 ha terminado de llevarse por delante a uno de los más antiguos y afamados cenáculos políticos de Madrid, Lhardy. Aunque estuviera ahora un poco de capa caída, fue el primero que trajo la moderna restauración pública a España. Lo ha rescatado Pescaderías Coruñesas, la más conspicua firma de pescaderos maragatos en la capital, un gremio muy extendido. Quizá en el futuro el famoso cocido de Lhardy tenga dos versiones, una madrileña y otra maragata. Veremos quién puede ir a degustarlo sin miedo a conspiraciones y pesadas digestiones. Está a medio camino entre la presidencia de la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol, y el Congreso de los Diputados, en la misma Carrera de San Jerónimo.

 

Ángel M. Alonso Jarrín

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