La Unión del Pueblo Leones, UPL, principal versión política de los grupúsculos existentes del regionalismo del Viejo Reino, se ha decidido a volver a intentar contar con un escaño en la Carrera de San Jerónimo. Madrid. El sueño imposible y la falta del examen aprobado cum laude para todo buen leonesista que se precie. Si no estás en Madrid no existes.
Y es que la dinámica política y el sistema de elección que nos hemos aprobado obliga a que los intereses de una zona geográfica concreta, y además con particularidades históricas y sociológicas premia a esas pequeñas formaciones «de la boina», como he escuchado a madrileños; sueñen con estar allí, en el Congreso, codeándose con representantes catalanes o vascos que son, no se puede negar, los que han abierto la senda para conseguir algo para tu tierra cuando, diluido en uno de los dos grandes partidos, tu representante provincial tiene que bajar y levantar la mano por orden superior. ¿Cuándo hemos sabido tanto de Canarias, sino ahora que tiene dos formaciones políticas de corte regional con un representante cada una que han sabido cortejar al PP y al PSOE indistintamente?
Codearse con el PNV o los independentistas catalanes es, para el leonesista de pro, algo así como el nirvana para los credos orientales. Mucho nos tememos que el leonesismo, por enésima vez, tropezará en la misma piedra. Su campo de acción debe ser el regional porque así lo es el leonesismo imperante, que es sociológico. La mayoría de los leoneses son leonesistas, ergo la mayoría de los bercianos son bercianistas. Y aún como símbolo, ahí subsiste su representante en las Cortes de Castilla y León. El leonesismo hace varias legislaturas murió porque se autosuicidó. En sus mejores años sus dirigentes se situaron en posiciones colaboracionistas y no guerrilleras, para acabar siendo parte del propio sistema regional.