PREMIOS MUJER 2024

“La despoblación ha hecho que se pierda la cultura del fuego”

La bióloga berciana Cristina Santín Nuño trabaja en la Universidad de Swansea (Gales, Reino Unido), en el grupo que lidera uno de los principales expertos a nivel mundial en los efectos de los incendios sobre el suelo
Cristina Santín, dcocumentando un incendio en Melbourne (Australia) en 2016.

El impacto de los incendios que observó de niña en su tierra natal, El Bierzo, decidió la orientación de su trabajo. La bióloga Cristina Santín Nuño (El Bierzo, 1981) trabaja en la Universidad de Swansea (Gales, Reino Unido), en el grupo que lidera uno de los principales expertos a nivel mundial en los efectos de los incendios sobre el suelo, Stefan Doerr.

Contactamos con ella en la Universidad de Oviedo, donde estudió y a la que sigue vinculada. Acaba de llegar de Australia, pero su mente está en el Bierzo. Cuando la llamamos recordamos con ella el incendio que recientemente ha asolado el valle del Oza. “Ha sido dramático, personas cercanas a mí salieron a manifestarse”, comenta.

Entrando en materia, lo primero que nos dice es que la sociedad tiene que tener claro que “el fuego no se va a ir del paisaje”. “Es un fenómeno que va asociado a la mano del hombre, y éste va a seguir en el territorio…”, explica. Esta investigadora nos recuerda que el fuego “es una herramienta que se ha utilizado en zonas rurales desde hace cientos de años, el problema es cuando se utiliza de forma incorrecta“, puntualiza, recordando que apenas hay pirómanos -“son enfermos que antes queman su casa, apostilla”-, que lo que tenemos son “incendiarios”.

La despoblación, detrás de los incendios

El fuego se ha usado desde siempre para limpiar, sobre todo en áreas de matorral, brezal, tojal; inmediatamente después de un incendio en estas áreas lo primero que aparecen son las herbáceas de las que se alimenta el ganado. Incluso gente que no tiene ganado quema: para limpiar, para facilitar el acceso. Y cada vez hay menos ‘cultura del fuego’, los incendios empeoran y son cada vez más serios y peligrosos”, destaca. Le pedimos que nos explique eso de ‘la cultura del fuego’. “Antes, las zonas rurales estaban pobladas. Las gentes aprendían de sus mayores cuándo quemar y cómo… podía haber excepciones pero desde luego a nadie se le ocurría prender un fuego con fuerte viento y tras meses sin llover”, señala refiriéndose al incendio de la Tebaida, intencionado y cuya autoría se achaca a un pastor de la zona.

La despoblación incide además, según Santín, en la falta de ‘fraccionamiento’ del paisaje. “Hace 70, 60, 50 años, los habitantes de los pueblos hacían una gestión del entorno con sus huertas, sus pastos, sus bosques… el paisaje estaba fraccionado. Si un área se quemaba al llegar a los pastos verdes, a las huertas, el fuego era más fácil de controlar. Ahora se han abandonado los cultivos, la vegetación y la maleza se acumulan y se convierten en combustible de las llamas”, indica. En su opinión, hay que cambiar el modelo, la gestión de los montes, “lo cual significaría dinero…”. Un dinero bien empleado, “teniendo en cuenta que, aunque a largo plazo, se avecina un cambio climático y una subida de las temperaturas”, apostilla.

Concienciación en las escuelas rurales

Otra de las claves es, según esta experta, la concienciación social. “Pero sobre todo en las zonas rurales, en sus escuelas, hay que enseñar a los niños lo que no se puede hacer”, matiza. Porque Santín recuerda la dificultad de ‘coger’ a los incendiarios. “No se trata tanto de endurecer las penas, porque en el Código Penal ya hay penas hasta de 20 años”, sino de poder acusar a los autores de los incendios. “Hay unidades de bomberos que solo se dedican a estudiar las causas de los incendios, y consiguen hasta dar con los puntos exactos donde se inició el fuego… El problema viene a la hora de demostrar la autoría de los hechos. Si no está grabado, si no hay testigos, si nadie confiesa, en suma, si no se demuestra con pruebas la autoría no se les puede meter en la cárcel”, apostilla.

Los efectos del fuego en el suelo

Esta experta en los efectos del fuego en el suelo comenta que, precisamente, el problema de los grandes incendios es la situación de fragilidad en la que dejan a ese suelo. “No hay más que acercarse al Occidente asturiano para ver montes pelados y extensiones de brezales y tojales donde antes había bosques que tras haber ardido no se han recuperado debido a la degradación del suelo. Cuando se pierde un suelo no hay opción de recuperar un ecosistema, y por eso se considera un recurso no renovable”, explica.  La bióloga pone como ejemplo que, los ecosistemas mediterráneos están algo más adaptados al fuego que los cantábricos, “pero si se han adaptado a arder ‘naturalmente’ -casi siempre debido a rayos- una vez cada 300 años y ahora se queman por la mano del hombre cada 30, no tienen tiempo para regenerarse, y entonces no sólo el carbono liberado no vuelve a captarse, sino que estamos hablando de una pérdida de suelo, de biodiversidad y de ecosistemas”.

Y es que, explicado a grandes rasgos, Santín se dedica a estudiar lo que sucede con el carbono cuando el fuego modifica su concentración en el suelo. Y como los suelos forman el principal reservorio de carbono de la superficie terrestre, pequeñas desviaciones en la cantidad que albergan pueden tener un marcado efecto en el balance global. “Entender mejor qué ocurre con el carbono en los incendios es imprescindible para afinar las actuales predicciones de cambio climático, y también nos podría ayudar a diseñar estrategias de retención de carbono en suelos y evitar así que pase a la atmósfera como CO2”, matiza. Para ello es muy importante el análisis del black carbon, que se podría definir como “todo lo negro que queda después de un incendio”.

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