EDB / D. Álvarez El paisaje de Anllares, en el municipio de Páramo del Sil, cambió para siempre este miércoles después de la demolición de la icónica chimenea de su central térmica casi dos años después de la desconexión de ésta de la red eléctrica.
El pasado mes de junio se produjo el primer paso del desmantelamiento de esta central, propiedad de Naturgy, con la demolición de la torre de refrigeración y no fueron pocos los curiosos que se acercaron esta vez para ver la caída de la chimenea de 150 metros de altura que durante los últimos 40 años ha presidido el horizonte de esta pequeña localidad berciana.
Según fuentes de la empresa, para llevar a cabo la voladura controlada de la chimenea, de 150 metros de altura y un diámetro de 13 metros en la base y 7,4 metros en la parte superior, fueron necesarios 50 kilos de explosivos y 200 detonadores eléctricos. Una vez demolida la estructura, Naturgy calcula que se recuperarán 3.550 toneladas de hormigón, que se destinarán en parte al relleno de huecos y regularización de terenos en la propia instalación, y 80 toneladas de hierro y acero que serán reciclados en acerías.
Tras la desaparición de la chimenea de combustión, la emblemática torre de refrigeración que expulsaba el vapor de agua, más baja y voluminosa, queda en pie como último de los grandes elementos que daban forma a la silueta de la antigua central. “Para mí es una cosa bastante triste, porque significa destruir algo que me dio de comer”, recuerda Ángel André, que trabajó en la oficina administrativa de la instalación hasta el pasado 16 de octubre, cuando alcanzó el final de su vida laboral.
“Toda una vida” ligado a la central
Tras casi cuatro décadas, “toda una vida”, ligado a la central, André, nacido en Páramo del Sil, reconoce que algunos días, durante su paseo matinal, aún vuelve la mirada hacia la torre de refrigeración esperando ver salir el vapor que atestiguaba que las instalaciones se encontraban a pleno funcionamiento. Prejubilado desde hace poco más de un mes, su última etapa en la central se desarrolló en la oficina administrativa, pero antes pasó por otros puestos, como el mantenimiento e instrumentación, el control de entrada o la oficina técnica. “Yo no puedo hablar mal de la central porque viví de ella durante más de 38 años”, reconoce con la misma sinceridad con la que asegura no albergar “ni un recuerdo malo” de todos esos años. “Había muy buen ambiente de trabajo y yo iba muy a gusto a trabajar”, afirma.
Aunque se confiesa apenado por la demolición de este miércoles, André recalca que “los edificios son lo de menos, la cosa es que de ese edificio vivía toda la gente del entorno”. “Es por todo lo que conlleva”, insiste el antiguo trabajador de la instalación, que recuerda que la clausura de la otra térmica berciana, la de Compostilla II, supone la desaparición de la industria ligada a las minas de carbón de la cuenca. “Para la gente que somos de la zona, es muy triste”, reitera.
La construcción de la central térmica de Anllares arrancó en 1979 y su entrada en funcionamiento se produjo tres años más tarde, en 1982. André recuerda como los vecinos de las localidades cercanas recibieron la llegada de esta nueva industria como “una cosa deseada que podía dar vida a la zona”. “Todo el pueblo quería ver si podía meter a alguien a trabajar o vender alguna finca”, rememora. Cuatro décadas después, la ilusión se ha transformado en preocupación por el importante descenso en la entrada de ingresos que sufrirá el Ayuntamiento.
El fin de una etapa
Desde el despacho de alcaldía, el regidor de Páramo del Sil, Ángel Calvo, lamenta que la demolición de hoy sea el símbolo del fin de una etapa que empezó en los años 80 del siglo pasado. “Durante 40 años ha dado vida a las empresas mineras y a las subcontratas, pero también a talleres, empresas de suministro, ferreterías, gasolineras o restaurantes”, subraya el regidor, que recuerda que muchos puestos de trabajo dependen de manera indirecta de la existencia de este tipo de proyectos industriales.
Profesional del montaje industrial, en más de una ocasión Calvo ha trabajado personalmente en el mantenimiento y reparación de los equipos que formaban parte de la central de Anllares. “Al ser partícipe de su conservación, todo esto te llega un poco más hondo”, admite Calvo, que confiesa que ese pesar también lo siente “como alcalde y como vecino”.
El siguiente paso en el proceso de desmantelamiento que arrancó en julio del año pasado, se dará en los próximos días, con la llegada de un grupo de trabajadores que se encargarán de descalifugar las instalaciones, avanzó Calvo. Este procedimiento consiste en la eliminación del amianto y el aluminio presentes en las zonas de la instalación protegidas por recubrimientos, un “trabajo muy específico” que requiere de profesionales especializados, explicó el alcalde.
Con un presupuesto total de más de ocho millones de euros, está previsto que el desmantelamiento de Anllares aún se extienda al menos otros dos o tres años, según el calendario que manejan las compañías eléctricas Naturgy y Endesa, propietarias de esta instalación que tras 36 años de operación hoy vio caer al dedo con el que casi llegaba a acariciar el cielo.
Mientras la central se va desvaneciendo poco a poco, en Anllares y Páramo del Sil continúan a la espera de saber qué va a pasar con los terrenos donde se ubica y, sobre todo, de qué manera se van a recuperar los empleos perdidos tras su cierre.
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