La ministra de Justicia, Dolores Delgado, participa este fin de semana en París en la celebración internacional del 75 aniversario de la Liberación de la capital francesa, cuando la II Guerra Mundial enfilaba su tramo final. Este hito histórico no podría haberse llevado a cabo sin la participación de la Novena Compañía de Reconocimiento de la II División blindada de la Francia Libre, conocida como la Nueve o la Novena, formada en su mayoría por jóvenes soldados republicanos exiliados del franquismo, quienes entraron en la capital de Francia, a bordo de sus tanques, con nombres como Jarama, Madrid, Santander, Ebro, Teruel, Guernica, Belchite, Guadalajara, Brunete y España Cañí, como punta de lanza del ejército francés.
Sin embargo, la Nueve, cuyo papel hoy se considera clave y que este sábado ha sido homenajeada con varios actos, entre ellos el descubrimiento de un gran mural, no ha sido reconocida hasta bien entrado este siglo. Olvidados durante décadas, los republicanos españoles que participaron en la II Guerra Mundial no comenzaron a ser recordados por el Gobierno francés hasta 1994, cuando François Mitterrand, acompañado de Felipe González, homenajeaba a los españoles muertos por la libertad en suelo galo entre 1940 y 1944, y en concreto por su papel en la liberación de Foix, también conocida como la batalla del Plateau Gliere. Para los excombatientes republicanos que quedaban vivos, y que en su mayoría seguían viviendo en Francia, el homenaje era insuficiente, reclamaban su papel en la Liberación de París. Así me lo explicaba en 1994 el jerezano Manuel Lozano, con quien contacté gracias al fotógrafo Chema Baños, hijo de republicanos leoneses exiliados y residente en París, quien me dio las primeras informaciones sobre la Novena. Hubo que esperar a agosto del 2004 para que la ciudad de París realizara un primer homenaje adecuado a los españoles de la División Leclerc -en la que se incluía la Nueve que tanto habían contribuido con su liberación sesenta años antes.
Entrevisté a Lozano, uno de los 150 españoles integrantes de esta compañía, en la capital francesa, en el verano de 1994. Sin embargo, mi reportaje no interesó a la prensa leonesa, “al no proceder su protagonista de esta provincia” –me dijeron-, mientras que la nacional exigía como condición inexcusable que el texto fuera acompañado de una foto del viejo combatiente, quien se negó en redondo, en su legítima reivindicación de ser recordado como el joven soldado que huyó de España en un barco pesquero, “así me sigo sintiendo” -me dijo-, y no como un anciano enfermo. Hoy me he decidido a publicar este trabajo en homenaje a aquellos españoles, a Manuel Lozano, del hace poco supe, por el libro La Nueve. Los españoles que liberaron París, de Evelyn Mesquida, que había muerto seis años después de entrevistarle, y al también fallecido Chema Baños, cuyo padre sufrió los rigores de la guerra y del horror nazi en el campo de Mauthansen.
“Era el 24 de agosto de 1944. A última hora de la tarde recibimos la orden de entrar en París. Los parisinos, primero, miraban desconfiados desde las ventanas, después se atrevieron a salir a la calle. Alcanzamos sobre las 10 una zona próxima al Hôtel de Ville –el Ayuntamiento-, el centro de mando donde estaban atrincherados los nazis, y allí nos paramos. La gente ya se abalanzaba sobre nosotros. Primero pensaban que eramos americanos; ¡españoles!, les dijimos. Nos abrazaban, nos vitoreaban… les pedimos que se alejaran por su propia seguridad aunque esa noche no pegamos un solo tiro”. Así comenzaba Manuel Lozano en 1994 su relato, añadiendo que “los españoles fuimos los primeros en entrar en París, que nadie lo dude, únicamente estuvimos apoyados por un grupo agregado de 20 franceses y argelinos”. “El resto del ejército no entró hasta varias horas después, en la madrugada del día 25”, apostillaba.
Esa misma madrugada, la Novena, con el capitán Dronne al mando, participaba en varias operaciones contra los reductos alemanes en el centro de la ciudad, acompañada de la Resistencia, en la que también había algunos españoles, “más de los que se cree”, según Lozano. El ataque al puesto central alemán, en el sitiado Ayuntamiento, comenzaba a las 13 horas del día 25, siendo también tres españoles los que conseguían en primer lugar romper la defensa alemana con varias granadas y metralleta en mano. Fueron el extremeño Antonio Gutiérrez, el aragonés Antonio Navarro y el sevillano Francisco Sánchez quienes desarmaron al general Von Choltitz, quien entregó a Gutiérrez su reloj de muñeca como recuerdo, tras interesarse por su nacionalidad, al percibir por el idioma que no era francés, y agradecer a los españoles que hubieran respetado su rendición y no le mataran junto al resto de alemanes acorralados en la sala de mando. Horas después, la Novena desfilaba con todas las tropas del Ejército Francés, encabezadas por Charles De Gaulle, hasta el Arco del Triunfo. El mando militar dirigido por este último reconoció la importancia de la Novena Compañía dentro del Ejército francés, y el 26 de septiembre él mismo repartía, en la ciudad de Nancy, la Medalla Militar y la Croix de Guerre al capitán francés Raymond Dronne, al subteniente canario Miguel Campos, al sargento catalán Fermín Pujol y al cabo gallego Cariño López.
De la gloria al olvido. Recuerdo la primera reacción de Manuel Lozano cuando le pregunté por la Nueve o la Novena. “¿Que qué opino del papel de los españoles en la liberación de París? Pues que ya nadie habla de su problema como refugiados. Yo me enrolé en el Ejército Francés para combatir al elemento fascista y también porque se nos prometió que tras la liberación de Francia las cosas cambiarían en España… pero me tuve que quedar aquí –por París-“, explicaba indignado, aludiendo a lo que, en su opinión, fue claramente fue una traición de los aliados, que permitieron que España siguiera gobernada por Franco.
Su decepción era tan grande como su contribución desde las filas de la Nueve. Porque el papel de este anarquista convencido fue más allá de la entrada en París. De su valor dio cuenta en su diario el capitán Dronne: “gracias a su actuación y la del soldado Juan Rico se frustró el osado e inesperado ataque de un blindado alemán, que pudo haber ocasionado muchas bajas, entre Aleçon y Seen”. “Muchos de los españoles republicanos del ejército francés ya habíamos combatido en la Legión Extranjera francesa, aún me acuerdo cómo les quitamos a los alemanes el puerto de Bazarta, en Túnez”, me explicaba Lozano. Así, la gesta en París de la Novena no fue la primera ni la última. Además de intervenir en el norte de África, la compañía había participado el 1 de agosto en el desembarco de Normandía, a donde llegó desde Inglaterra, y fue liberando distintas ciudades francesas camino hacia París. Una vez ganada la capital, los jóvenes españoles siguieron peleando.
La batalla por la recuperación de Alsacia comenzó en noviembre, el día 23 la Novena tomaba Estrasburgo, para posteriormente cruzar el Rin e internarse en suelo alemán donde, debido al frío invierno de ese año y a los ataques de la defensa nazi, sufrieron más de 50 bajas tanto por las bombas como por congelación. Con la primavera avanzaron hacia su destino final, el Nido del Águila, el refugio montañoso de Adolf Hitler en Berchtesgaden, que tomaron el 5 de mayo de 1945, tres días antes del final de la guerra y cinco después del suicidio de Hitler en su bunker de la Cancillería de Berlín.
La Segunda Guerra Mundial terminó en Europa el 8 de mayo de 1945 tras la rendición incondicional de Alemania. Hasta ese momento la Novena Compañía había sufrido 35 muertos y 97 heridos; solo 16 de sus integrantes seguían en activo al momento de llegar la paz, uno de ellos fue Manuel Lozano. “El armisticio me pilló en Alemania, sentí una gran alegría”, recordaba en el momento de ser entrevistado.
50.000 españoles sirvieron como soldados bajo bandera francesa durante la II Guerra Mundial y otros 700 lo hicieron bajo la soviética. A ellos se sumaron otros muchos sin cuantificar, miembros de la Resistencia Francesa y maquis como los que pelearon en Foix. Su contribución no fue anecdótica, estuvieron en primera fila y varios miles perdieron la vida. “Los hombres de la Nueve habían abrazado nuestra causa espontánea y voluntariamente. Eran, verdaderamente, combatientes de la libertad. Las tumbas de sus muertos jalonan la ruta gloriosa y dolorosa que siguieron desde Normandía a Berchtesgaden, y los supervivientes tuvieron el orgullo y la satisfacción de terminar la guerra en el santuario del nazismo del Nido del Águila”, declaró su capitán, Raymond Dronne.
Sin embargo, tras el fin de la II Guerra Mundial estos entonces jóvenes soldados no solo no vieron la liberación de España sino que, con la llegada de la Guerra Fría, muchos fueron considerados peligrosos para Occidente por su ideología comunista y anarquista. Perdieron dos veces y se convirtieron en refugiados, los más afortunados pudieron labrarse una nueva vida, los menos, como Manuel Lozano -de quien Evelyn Mesquida desvela que fue obligado a ingresar en un asilo del que se tiró por la ventana y aunque sobrevivió al accidente murió un año después-, vivieron como pudieron hasta sus últimos días, solos y olvidados. Solo uno de ellos, el almeriense Rafael Gómez, de 99 años de edad, protagonista de otro homenaje en 2014, ha podido ver como la historia por fin, les ha hecho justicia, con el reconocimiento no solo del gobierno francés sino también del español, cuyo consejo de ministros recientemente aprobaba una declaración en este sentido, la que Dolores Delgado ha leído este sábado en París.