No hay nadie que no conozca en la comarca de Laciana a don Mariano, o bien porque fue su profesor o bien porque fue el cura que ofició su bautizo, su primera comunión, su confirmación o su boda religiosa. Con 82 años fallecía este miércoles 25 de marzo Mariano García. Detrás de sí deja sesenta años dedicados al oficio de sacerdote y cuarenta y dos años de entrega al mundo de la enseñanza.
Don Mariano, hijo de minero, nació en Cistierna en septiembre de 1937. Llegó a la comarca de Laciana en 1960 después de haber realizado estudios eclesiásticos en Oviedo y León y licenciarse en la universidad de Salamanca en teología bíblica. En primer lugar se hizo cargo de las iglesias de Rioscuro y Sosas de Laciana pero con el tiempo asumió otras situadas en Villablino -donde entró en 2005 con la marcha de don Ovidio-, Los Bayos o El Villar de Santiago. Como dato, solamente en la parroquia de Villablino, ofició 86 bautizos, 259 confirmaciones, 29 matrimonios y 502 defunciones.
Precisamente, hace poco más de un año, el sacerdote era homenajeado por la comunidad religiosa de la iglesia Santa Bárbara de Villablino de la que don Mariano fue administrador desde 2005 hasta aproximadamente 2019. Era el acto de despedida que le quisieron rendir sus fieles por su trayectoria frente a esta parroquia. Aún así, Mariano García siguió ejerciendo, un tiempo más, el sacerdocio en Rioscuro, pueblo lacianiego en el que residía y con el que mantenía una relación especial, pues desde 1960 fue el cura de esta pequeña pedanía en la que, junto al pueblo de Sosas, comenzó su andadura.
Mariano García fue, además, todo un ejemplo de generosidad ya que asumió, con fondos propios, el déficit de la parroquia Santa Bárbara, unos 67.000 euros, que sirvieron para amortizar los gastos de calefacción y diferentes obras que se fueron acometiendo.
Aparte de su oficio sacerdotal, don Mariano también destacó en la comarca como profesor durante cuarenta y dos años. Primeramente en la academia de Nuestra Señora de Carrasconte y después en los dos institutos del municipio en los que además de impartir religión, también dio clases de latín, griego y filosofía.
Seguro que El Señor ya lo tiene a su lado. Le recordaremos con cariño y respeto. Y echaremos mucho de menos un hombre que, pudiendo haber escalado responsabilidades mayores dentro de la Iglesia por su inteligencia y saber, dejó su vida entre sus feligreses lacianiego como Cura de pueblo. D.E.P.