En el corazón de Caboalles de Abajo late el Cristo de los Mineros

La gran familia minera de Laciana sigue vibrando con la procesión del Cristo de los Mineros de Caboalles de Abajo que embriaga de emoción a toda una comarca cuya historia siempre estará unida al carbón. Los vecinos de esta tierra vibran cada Viernes Santo a golpe de tambores, de cornetas, de recuerdos, de fundas impecables y cascos que iluminan el camino porque hoy, 19 de abril, el Cristo sí ha podido salir en procesión. Ni los pronósticos de lluvia ni el fin de la minería han podido detener su paso.

Poco después de las 20:30 horas partía la comitiva de la iglesia nueva de Caboalles de Abajo. A la cabeza, ellos, ataviados con funda y casco, portaban a hombros la talla del Cristo de los Mineros que data del siglo XVIII. Justo detrás, ellas, vestidas de riguroso luto, llevaban a hombros a la Virgen Dolorosa cubierta con un manto negro en señal de duelo. Marcando los pasos, la banda de cornetas y tambores de la cofradía que puso sonido a la procesión, en la que imperó el más respetuoso silencio. Respeto hacia la identidad minera de la comarca.

La procesión avanzó con paso firme por las estrechas y pendientes calles que conducen hasta la capilla del Cristo donde la talla reposa durante todo el año. Allí, tuvo lugar la primera de las paradas donde las voces desgarradas de las mujeres del coro parroquial emocionaron. Después, la comitiva avanzó hacia el Pozo María. Ya anocheciendo, con la luz de las antorchas como guía en la noche y el sonido de la sirena anunciando la llegada de la procesión, frente al monolito, se rindió tributo a todos aquellos que perdieron la vida en la mina. Recuerdo especial para los diez de la capa trece -Basilio Uría, Manuel Gómez, Adolfo Real, Emilio Pinillas, Arselí Fernández, Otilio Álvarez, Antonio Restrepo, Manuel González, José Ouviaña, y Alfredo Prieto Suárez- y corona de flores en memoria de todos los fallecidos.

Al filo de la noche, y tras recorrer las principales calles del pueblo de Caboalles de Abajo, con nueva parada en la capilla de San Roque, la comitiva regresó al punto de partida, la iglesia nueva, donde finalizó el acto con el emotivo encuentro entre las dos imágenes. Un año más, y como desde 1971, la procesión dejó a su paso lágrimas en el camino y nudos en la garganta entre los adeptos que arroparon al Cristo de los Mineros y a la Virgen Dolorosa.