PREMIOS MUJER 2024

Emilia Riesco, la boticaria de Laciana: maestra de corazón, farmacéutica por profesión y defensora de su tierra

Dedicó su vida no solo a su profesión como boticaria, sino también a la promoción de las tradiciones culturales y el bienestar de los demás
Emilia Riesco sentada en el sillón de su comedor. / LD

El Día Internacional de las Mujeres Rurales, celebrado cada 15 de octubre, es una fecha que pone en valor y reconoce la enorme contribución de las mujeres al desarrollo de los pueblos y su papel como guardianas del patrimonio cultural, natural y social.

Es precisamente en la figura de Emilia Riesco, donde se refleja a la perfección la esencia de esta celebración. Una mujer que no sólo ejerció su labor como boticaria en la comarca de Laciana, sino que contribuyó de múltiples formas al servicio de su comunidad, comprometida con las tradiciones y la “nuesa tsingua, el patsuezu“. Desde su infancia, estuvo profundamente vinculada a la botica de su padre, pero su compromiso con su comunidad y su pasión por la cultura local la llevaron a ser reconocida por mucho más. Tanto es así que, en 2010 ante una exposición de cinco trajes tradicionales realizados por la Asociación Amigos de Sierra Pambley -de la que ella formaba parte en la dirección ejecutiva-, decía que “estas piezas eran joyas y como tales se deben poner y lucir, para que la belleza se divulgue“. Un generoso sentimiento, el mismo con el que nos abrió las puertas de su casa y nos contó parte de su historia vital.

Cestas de mimbre elaboradas manualmente. / LD

“No tengo mucho que contar, mi vida es normal”, decía en repetidas ocasiones al mismo tiempo que sentenciaba con tono saleroso “yo soy muy charlatana”. Y efectivamente, Emilia tiene mucho que contar. Con tan solo unas orejas preciadas a las anécdotas de abuelas, en seguida nos transportó a muchas épocas y multitud de lugares, eso sí, todos ellos en Laciana. “Aquí nací, y aquí quiero morir” aseveraba.

Emilia Riesco Almarza, nació en Villablino durante la Guerra Civil, concretamente en 1937. En el seno de una familia muy progresista para la época. Un padre “libre pensador” como lo definía ella, y una madre luchadora que tras quedarse viuda relativamente joven, sacó adelante tres hijos y la gerencia de la botica. “Fue una época mala, donde se vivió mucha persecución política e ideológica” nos contaba Emilia. Sin embargo, su padre Garcilaso Riesco, actuaba como medicina para muchos comportamientos que se estaban sistematizando durante el franquismo. Abiertamente republicano, cuidaba mucho su entorno familiar e incluso sus amistades. Un hombre que priorizó en todo momento la formación académica y profesional de todos sus hijos. “Yo antes de nada tenía que estudiar farmacia para continuar con el negocio familiar. Me trasladé a Madrid para estudiar y después volví para llevar la botica. Hasta los treinta años no me casé”, contaba con orgullo. Era consciente que para la época, y siendo mujer, se encontraba ante una cuestión insólita.

Emilia Riesco sosteniendo una fotografía en el interior de un coche el día de su boda con Pedro. / LD

Desde pequeña, Emilia aprendió los secretos del sector farmacéutico junto a su padre, quien fue un modelo de ética, dedicación y humildad. No obstante, lo que la caracterizó fue su fuerte sentido de la solidaridad y empatía. Llegó a confesar que en muchas ocasiones, cuando los pacientes no podían pagar los medicamentos, Emilia se los entregaba de igual manera, siempre preocupada por la salud y bienestar de quienes la rodeaban. Esta inclinación a cuidar a los demás ha sido una constante en su vida, y sigue presente incluso hasta la actualidad. En la residencia, continúa velando por el bienestar de sus compañeros y compañeras, preocupándose por su salud física y mental.

De todos modos, confiesa con cierto resquemor que “nunca quise dedicarme a la farmacia, mi verdadera pasión fue siempre la enseñanza“. Y entre los ojos lacrimosos y suspiros melancólicos, recordaba los años en los que pudo impartir clase en el Obispo Argüelles. En el mismo instituto donde se forjó académicamente. Y por aquel entonces conocido como “Nuestra Señora de Carrasconte” de enseñanza mixta. “Fueron los años más felices de mi vida” no solo porque le encantaba dar clases sino porque también fue el sitio donde encontró a su “compañero de vida”, del que aseguró con una sonrisa intacta “estaba enamorada de él”. Su marido Pedro, fue para ella otro pilar incondicional que “apareció de casualidad” porque según ella “el amor no se busca, el amor acaba apareciendo”. Terminaba puntualizando que tuvo “mucha suerte porque en esa época había un comportamiento muy machista y mi marido nunca lo fue”.

Defensora del patsuezu y las tradiciones

Emilia fue una ferviente defensora del patsuezu, la variante asturleonesa tradicional de Laciana, y trabajó incansablemente por mantener vivas las costumbres y tradiciones locales.

Gracias a su labor, el idioma y la cultura lacianiega han perdurado un poco más en el tiempo, siendo parte del legado que dejó a las generaciones más jóvenes. “Cuando pienso internamente, no lo hago en castellano, de manera innata me hablo a mí misma en patsuezu”. Y es que fue la encargada en varias ocasiones de presentar, junto con los directores del IES Valle de Laciana y del IES Obispo Argüelles las conferencias de la Universidad Popular de Laciana. En esas ediciones declaraba que dicha actividad además de ser una actividad cultural y educacional magnífica, “también es un buen método para relacionarse”.

La educación, según Emilia, es una parte imprescindible para el futuro de la comarca, y su rol como profesora fue crucial en la formación de muchos jóvenes de Laciana en la rama de ciencias. “Fui siempre muy exigente con mis alumnos” afirmaba, pero también les profesaba su cariño por el valle.

Libros apilados al lado de su sillón del comedor, muchos de ellos sobre rutas o botánica del espacio Alto Sil, Babia, Luna o Laciana. / LD

Incluso, en su afán por promocionar y divulgar las cuestiones lacianiegas, colaboró en 2017 en la elaboración de un libro de recetas junto con otras participantes de la comarca, con el Organismo Autónomo Parques Nacionales perteneciente al Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente para un programa que buscaba poner en valor los usos ancestrales en la gastronomía realizados en las Reservas de la Biosfera, en este caso la Reserva de la Biosfera de Laciana. Emilia aportó sus conocimientos en trono a la “empanada del país“.

Un hogar lleno de arte y literatura

El amor de Emilia por la cultura también se reflejaba en su hogar, un lugar repleto de cuadros de importantes pintores de la comarca y reconocidos a nivel nacional como Manuel Sierra, Lolo Zapico y Eduardo Arroyo. Estos artistas plasmaron la identidad de Laciana en sus obras, y Emilia siempre se sintió íntimamente vinculada a esa identidad a través de ellos. En su casa, no solo se podía apreciar el arte visual, sino también la literatura. Emilia guarda con cariño los escritos de autores locales como Emilce Núñez, a quien recuerda con un enorme afecto, así como de Guadalupe Lorenzana, Eva González, Luis Mateo Díez o Julio Álvarez Rubio. De este último autor recordaba los viajes por las “inmensas montañas de Laciana” y con delicado afectado decía que “era el hombre más inteligente que he conocido” y con el que más tiempo ha pasado descubriendo los recovecos de las montañas de la Reserva de la Biosfera de Laciana.

Su hogar es el refugio por antonomasia donde se conjura toda la cultura de Laciana en todas sus formas y diámetros, una muestra más de su cariño a la preservación de la herencia cultural de la comarca.

Libros apilados en la biblioteca de su estudio sobre Laciana. / LD

Sin embargo, no eran los únicos libros que guardaba entre sus armarios, mesas y estanterías. También había antologías sobre farmacia, medicina, derechos humanos, poemarios de Federico García Lorca, incluso analogías musicales sobre Kandinsky o poemarios gallegos.

Su vida en Laciana casada en Laciana

“Me gusta mucho Laciana, pero el caldo de berzas no me gusta nada” recordaba entre risas como algo intrínseco a la idiosincracia de la comarca. Seguía explicando en este sentido y recordando a su querido Pedro, que su marido “era castellano y no acababa de acostumbrarse a la climatología de la zona, y siempre quería comer caldo de berzas para entrar en calor”, incluso llegó a decirle de irse a otras zonas más cálidas, pero su respuesta siempre fue “vete, yo me quedo en Laciana”. Una reacción que no viene sino a responder a un carácter fuerte, fruto de la educación recibida en su unidad familiar.

Dedicó toda su vida a esta tierra, siempre optando por quedarse en su amada comarca. Tanto en su papel como boticaria, como educadora y defensora cultural, Emilia fue una figura central en la vida de la comunidad. “En general los lacianiegos y lacianiegas son muy buena gente, inteligentes y por encima de todo son muy familiares. Este fue siempre un pueblo acogedor” afirmaba de manera tajante sobre los vecinos de la comarca.

Cartel de Lolo Zapico. / LD

En una de las diversas conversaciones, evocaba su miedo a la muerte y sobrevolaba en la charla el sentir de Luis Mateo Díez. En sus novelas, la muerte es un elemento omnipresente que afecta a sus personajes y les obliga a reflexionar sobre su existencia y sus decisiones. No presenta la muerte como algo trágico, pues “la memoria es lo que mantiene vivos a los muertos y a los ausentes” sentenciaba Emilia.

Precisamente los recuerdos, tanto personales como colectivos, sirven como un puente entre el pasado y el presente, dotando de cierto sentido a la identidad. Emilia, es eso mismo, un puente, viaducto, pasarela o como le queramos denominar, entre la memoria que no solo preserva lo que se ha perdido, sino que planta la semilla para la nueva realidad.

Emilia Riesco Almarza. / LD
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5 comentarios en “Emilia Riesco, la boticaria de Laciana: maestra de corazón, farmacéutica por profesión y defensora de su tierra

  1. Emilia fuiste para mí y para muchos desterrados por motivos de trabajo en laciana una buena amiga,me viene a la memoria tu vitalidad cuando subíamos a La Braña de San Miguel o a algún pico, esquiando en el Pirineo o tomando un vino por Villablino.
    Has portado la bandera de la Tsaciana con orgullo, allá donde ibas.
    Un abrazo muy fuerte para ti Emilia.

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