Lo acontecido la semana pasada en cuanto a los nombramientos en el Consejo Consultivo y de Cuentas es de traca. Para estos puestos siempre ha existido un consenso y una relativa tranquilidad en nuestra clase política directiva regional. Pero en esta ocasión el debate ha dado la impresión de chalaneo y de competición por poner trabas y puyas aprovechando un gobierno de salida y un Grupo Popular de relevo y aún no de entrada. Quizás, aprovechando ese ínterin, algunos miembros de la no leal oposición han querido hacer sangre y mostrar erróneamente músculo donde todo debía ser una balsa de aceite.
El ejemplo más palmario de lo que el periodista de provincias habla es el de José Manuel Fernández Santiago. Un político de raza que ha dado sus mejores años y su vida a la construcción de Castilla y León. Entró como letrado en aquella primera Junta con sede en Burgos para luego ser consejero de casi todo, portavoz, vicepresidente, presidente en funciones y brillante, el mejor sin duda, presidente de Cortes de Castilla y León. Él y su empeño «nos» sacó de aquel entrañable pero no funcional castillo de Fuensaldaña para elevar a las Cortes con un edificio multifuncional y grande como lo es la propia Comunidad con nueve provincias y media. Él es historia viva de esta región de regiones y por donde ha pasado ha creado cantera de dirigentes como la propia presidenta de las Cortes actual, Silvia Clemente, y tantos otros altos cargos más.
La excusa para no dar el plácet del señor Tudanca ha sido un viejo tema archivado sobre una concesión de una carretera en sus tiempos de consejero de Fomento, creo recordar. Tonta y frágil argumentación que esconde la real intención de complicar cuanto más las cosas.
Fernández Santiago es de esos valores que ya no tienen color político. Son ya hombres patrimonio de todos los castellano y leoneses. Ellos se lo pierden.
ABC