Un momento, no me linchen. Ya sé que a muchos no es que se les haya hecho largo este 2021, es que se les está haciendo interminable. Pero a Pedro Sánchez no. Le ha parecido tan corto que hasta ha tenido que poner dos consejos de ministros por semana, porque no le cabe todo lo que quiere hacer antes del 31 de diciembre. Es decir, todo lo que debía haber hecho el Gobierno para que estuviera aprobado, funcionando o en vigor desde el primero de enero próximo. Casi nada, unas 60 leyes y algo más de 100 decretos.
Dos a la semana
Y se entiende que le haya costado tomar la decisión porque ya es suficiente lata reunir una vez por semana a todos para que Nadia Calviño (socialista independiente, vicepresidenta de Economía), José Luis Escrivá (independiente, ministro de Pensiones), María Jesús Montero (socialista, ministra de Impuestos), Teresa Ribera (independiente socialista, vicepresidenta del Recibo de la Luz) o Raquel Sánchez (socialista, ministra de Transportes y Alquileres) discutan con Yolanda Díaz (comunista, vicepresidenta de Reforma Laboral), Irene Montero (Podemos, ministra de Neofeminismos) o Ione Belarra (Podemos, ministra de 2030) Sobre todo ahora que la vicepresidenta Díaz ya ha soltado que si prepara una plataforma electoral no es para quedarse con los votos de la antigua Izquierda Unida y los del frustrado proyecto de Unidas Podemos, sino que quiere también los del PSOE.
Lo que salva al presidente del agobio de estas dos reuniones a la semana es que tampoco se debe hablar mucho en los consejos de ministros. Los de Podemos dicen que desconocen las leyes que se aprueban o, terminadas las reuniones, al parecer, se tienen que rehacer decretos por no estar bien elaborados o ser contradictorios con lo que defienden otros departamentos. Las diferentes versiones sobre la regulación del precio de la electricidad son un ejemplo. Salva al ejecutivo que en esta nueva sociedad digital, con imágenes e información circulando continuamente en todos los sentidos, la opinión pública moldeada por las redes sociales ya no sabe qué es verdad y qué un bulo y pasa de todo: lo que debería ser un escándalo en una democracia y un Estado de derecho serio se queda en un hilo de Twitter o un rato de cháchara en una tertulia.
Contratiempos de fin de año
Y Gabriel Rufián (ERC) poniéndose pesado con el catalán en la Ley Audiovisual. Y el Consejo General del Poder Judicial sin renovar después de tres años. Y todos diciendo que las previsiones económicas del Gobierno no se las cree ni el chófer de Pedro Sánchez. Y que el dinero europeo no llega, que está atascado entre normas que faltan y la lentitud burocrática. Y, para colmo, vuelve la pandemia con la variante Ómicron y los gobiernos europeos de los nervios queriendo volver a cerrar todo. No es extraño que Pedro Sánchez se busque viajes a Turquía, Egipto o donde haga falta, con tal de desaparecer.
El belén del PP
Lo mismo hacen los madrileños, dedicándose a llenar restaurantes y tiendas. Supongo que como en otras ciudades, aunque la especie madrileña descubierta por Isabel Díaz Ayuso se caracteriza precisamente por esa pulsión hacia el disfrute en público. Por cierto, con tanta gente por la calle, tantas cenas y tantas copas, no se sabe si la presidenta madrileña se podrá encontrar con el presidente de su partido, Pablo Casado. A otros a los que el año tampoco les ha dejado tiempo para ponerse de acuerdo. Y tienen a Juanma Moreno en Andalucía y a Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León mirando para ver cuando convocan elecciones sin organizar más lío del que ya tienen y, claro, en el mejor momento para ganarlas. Pero eso también queda para más adelante. Vamos con las fiestas ante la que están preparando unos y otros para 2022.
Ángel M. Alonso Jarrín
@AngelM_ALONSO