Un año para olvidar. En esto coincidimos todos, al menos en algo estamos de acuerdo. El 2020 no será recordado como un buen año por nadie. Es de esos años que permanecerán en la historia como malditos, a los que se referirán futuras generaciones con temor y desprecio.
Y es que es un año que casi nos fagocita a todos. Aunque bien pensado ya lo ha hecho porque de una otra forma se ha tragado algo de nosotros mismos. A unos les ha afectado más que a otros. Muchas familias han perdido seres queridos, amigos, vecinos, a todos nos ha tocado algo.
Es un año glotón que se ha comido nuestros abrazos, sueños, aspiraciones. Nos ha impedido hacer esos viajes que teníamos pensado, nos ha impedido celebrar nuestros aniversarios, y lo que es más, nos ha impedido ir de vinos en una tierra en la que esto forma parte de nuestra forma de entender la vida.
Para alguien que no sea berciano quizás le resulte difícil entender el hondo penar que nos provoca no poder ir de vinos con las personas que queremos compartir nuestro tiempo. En el periodo que llevamos de pandemia puedo dar fe de que una de las quejas más importantes de nuestros vecinos es esta precisamente; el no poder hacer una ruta de vinos de forma tranquila. Esto nos define perfectamente.
Tomar vino, como decía el maestro Antonio Pereira, no es abrevar. Requiere tiempo, estilo, saber apreciar lo que te llevas al paladar, y lo más importante, requiere de compañía. Es el momento para quedar con tus íntimos y para saludar, recordar con aquellos que hace tiempo que no ves. No desesperemos, volveremos a transitar por nuestras calles con el único objetivo de poner en valor la amistad acompañados de un vino.
Esta pandemia ha recuperado a los ayuntamientos como epicentro de convivencia y gobernanza. Al igual que ocurrió con otras crisis históricas, como por ejemplo la Guerra de la Independencia, los ayuntamientos han asumido el protagonismo de hacer frente a la gestión de otra guerra que se está librando todavía. Porque de una guerra se trata, de una guerra sin cuartel. A pesar de que las administraciones superiores han tenido sus responsabilidades, al final han sido los ayuntamientos los encargados de materializar las distintas medidas, normativas y todo lo que se decidía por aquellas de forma práctica.
Pero, los ayuntamientos no han sido solamente meros ejecutores de decisiones de órganos administrativos superiores. Han tomado iniciativas procurándose recursos, reconvirtiendo su personal, respondiendo los miles de dudas de los ciudadanos, ayudando a los más desprotegidos y fundamentalmente, erigiéndose en una estructura de cohesión social fuertemente amenazada por un enemigo invisible.
Estos esfuerzos se han realizado en todos los ayuntamientos de España, cada uno según sus recursos. Unos, activando grupos de trabajo, reinventando sus servicios, otros con apenas recursos, simplemente el alcalde turno recordando a sus vecinos la necesidad de cumplir las normas, llevando ánimo y material de salud por las casas. Todo ha sido de vital importancia.
Los vecinos, en su inmensa mayoría, han dado nueva vida al concepto de ayuntamiento. Han hecho realidad, otra vez, esa decisión de vivir en común, de respeto por los demás, de ser garantes de la seguridad propia y de los otros, en definitiva, de querer vivir juntos en paz y seguridad. Esto lo hemos hecho muy bien los bercianos, ahí están los datos.
A los sanitarios, una vez más, gracias. En el Bierzo han sido innovadores, dada su alta cualificación están en los comités asesores del más alto nivel para combatir al enemigo. Trabajan sin descanso, han renunciado a vacaciones, permisos, a sus familias en beneficio de todos.
Recuerdo especial también para las mujeres, digo mujeres porque son la inmensa mayoría de empleadas en los supermercados, nunca dejaron de hacer su trabajo y gracias a las que hemos podido ser abastecidos de productos básicos sin interrupción. Y en definitiva, gracias a todos los que de una u otra forma han estado desde el minuto uno en su puesto cumpliendo con su deber, que son muchos y en muy diferentes actividades.
Aunque el 2020 sea un año hurtador de muchas cosas, también nos permite poner de manifiesto cosas buenas como las anteriores y otras muchas más. En definitiva, un año para olvidar, pero un año también para recordar que lo cotidiano, lo que dábamos por supuesto que nunca perderíamos, debemos pelearlo día a día.