PREMIOS MUJER 2024

Docencia a la carta

Sabíamos que la teledocencia iba a ocupar un papel central en este curso y posiblemente los siguientes. Que hay que ocuparse del alumnado es evidente, aunque no lo es tanto cómo y en qué condiciones. ¿Comunicamos los contenidos del día? ¿Enviamos los materiales? ¿Resolvemos dudas online? ¿Emitimos o grabamos las clases? ¿Qué alumnado ausente es susceptible de recibir atención a distancia y cuál no? ¿En qué horario ha de desarrollarse esta labor? ¿Con qué medios? Las respuestas a todas estas preguntas tienen consecuencias severas sobre nuestras jornadas laborales y en ningún caso han sido contempladas por la Administración, a pesar de que ha tenido más de ocho meses para poder trazar un plan de viabilidad que vaya más allá de apelar a la profesionalidad y la responsabilidad de los docentes.

El gran problema surge cuando además de nuestras clases presenciales de rigor se  nos insta a preparar e impartir otras online fuera de nuestro horario: es un aumento de la jornada laboral totalmente irregular. Cosa bien diferente es que se pida atender dudas o incluso facilitar material dentro del horario laboral.

El segundo problema de la atención telemática es el destinatario. Queda limitada al alumnado confinado, pero ¿por qué no es extrapolable a otros casos? En realidad, ¿cómo vamos a dar un trato diferente a dos personas por tener enfermedades diferentes? ¿Y qué pasará cuando no tengamos confinadxs pero sí aquejadxs de gripe u otras indisposiciones? ¿Y cuándo haya pasado la pandemia? Esta situación extraordinaria puede crear un peligroso precedente sobre la atención telemática, con sus cientos de horas extra no contempladas.

A día de hoy, cuando percibimos que se acerca la hora de que la enseñanza vuelva a ser telemática, la Administración de Castilla y León ha pasado una maliciosa encuesta, casi obligatoria , donde tantea los medios informáticos propios para llevar a cabo esta tarea. Y es que está claro que no piensa proveer más que lo justo y necesario.

Tampoco merece muchas palabras el plan de formación, que se ha centrado únicamente en el aspecto técnico de los útiles informáticos y destierra cualquier idea sobre bienestar y salud laboral. Hemos vivido la espiral del mundo virtual: trabajo a destajo hasta horas intempestivas. Nuestra Administración conoce bien las Aulas Virtuales,  pero se le escapa qué es eso de la desconexión digital.

Por último, una consecuencia de la enseñanza telemática que apenas se está ponderando es la violación de los derechos de Propiedad Intelectual y de la Privacidad. Dar una clase online o grabarla pone en riesgo nuestra imagen y la de nuestro alumnado. Que nos grabe nuestro alumnado o cómo use una grabación nuestra o cómo utilice los materiales personales que les enviamos, escapa completamente a nuestro control. En una plataforma todo queda fácilmente expuesto para su difusión sin nuestro consentimiento.

La teledocencia, a la que se nos ha abocado como parche de urgencia a causa de esta pandemia, tiene amplias repercusiones. Algunas son evidentes, otras requieren una reflexión. Debemos concienciarnos, concienciar y, llegado el caso, actuar para que esta solución de urgencia que escapa a cualquier inversión o planificación no genere a corto, medio y largo plazo males mayores.

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