Dice Richard Ford que el confinamiento es “el estado natural para el novelista”. En la literatura actual, con géneros totalmente híbridos, realidad y ficción se confunden, forman parte del mismo relato. Y a eso hemos llegado aunque no queramos.
No sabemos cuántos han muerto, tras cinco ajustes en el método para afinar la contabilidad de los afectados por la pandemia ya no hay manera de saberlo. Sí está claro que por primera vez en muchos años en mayo se han pagado menos pensiones: nadie podía ir a darse de alta… y las bajas ya se sabe de dónde venían.
Comenzamos consumiendo información tratando de saber qué pasaba y ahora ya casi preferimos no enterarnos.
Al principio nos lanzamos a las videollamadas, saturamos el móvil de WhatsApp y ahora nos estamos dando cuenta de que hemos dejado de hablar por teléfono, lo más sencillo y directo.
Tanto anhelar las salidas y discutir sobre qué se hace en cada fase que hemos llegado a la situación perfecta, que es estar en todas las fases a la vez. Se sale a cualquier hora aunque se esté en la uno, se llenan las terrazas aunque se esté solo en la dos y hasta vivimos en la ensoñación de unas vacaciones como las de antes.
Antes, un concepto que ha adquirido un significado especial. ¿Qué volverá a ser como antes y qué no? Sí, vendrá más teletrabajo, más control facilitado por las nuevas tecnologías, más robótica. Y se supone que más atención a los mayores y por la sanidad. Probablemente no será igual, al menos de momento, esas relaciones sociales tan de contacto, como las de bares, discotecas y festivales.
Aunque, por lo que se ve, el impulso dominante es dejarse llevar por una amnesia total y olvidarse de todo lo sucedido. Lógico, pero puede ser un error más a añadir a los de esta crisis. Gran error decir que solo afectaba a los viejos, con lo que todos los demás no se sentían implicados. Error decir que era como una gripe leve, por lo tanto se tradujo como que no era un problema. Y error retrasar la toma de medidas y la detección de posibles casos. Esto ya ha estallado políticamente y se verá hasta dónde llega la investigación judicial y sus consecuencias. Con unos políticos inexpertos dominados por el marketing quizá todavía no hemos agotado nuestra capacidad de sorpresa. Veremos si consiguen que nos olvidemos de todo lo que ha sucedido.
Ángel M. Alonso Jarrín