PREMIOS MUJER 2024

Concentración municipal

El manido tema de la despoblación de nuestros pueblos parece que está al fin de moda, esto es, que la clase política institucional da un paso al frente después de décadas de marear la perdiz con el asunto.

En Castilla y León tenemos bastante experiencia en el tema desde aquellas famosas Directrices de Ordenación del Territorio en tiempos del consejero Vallvé, a quien Juan José Lucas se trajo de Europa y al que se le llamó «el Anelka del Gobierno regional».

Más tarde, en tiempos de Juan Vicente Herrera se creó la Comisión contra la Despoblación en las Cortes regionales, presidida creo, por el consejero de la Presidencia de turno. Una Comisión que, para ser realistas, nunca llegó a nada pero que quedaba muy bien. Como en tiempos del Felipismo en el Gobierno central: «Si quieres que un problema se pudra, crea una comisión».

En esta comunidad autónoma constituida por dos regiones históricas reconocidas se sabe de sobra que el médico, el maestro y una serie de servicios públicos más se tienen que poner casi a la puerta de casa, y aún así, los millones de euros invertidos cada año en consultorios, escuelas rurales y autobuses no logran frenar la sangría poblacional. Dos motivos, la muerte porque muchos son nuestros mayores; y el desempleo, que obliga a huir a las capitales de provincias o a otras regiones, principalmente Madrid, el País Vasco y Cataluña a las personas en edad de trabajar.

Somos, eso sí, un modelo a imitar en esperanza de vida, en calidad de vida y en formar universitarios con distintas profesiones que luego no ejercen aquí. Gastamos mucho dinero público y personal, para exportar talentos y mano de obra en general. Al final, nos queda un panorama similar de una cabeza capitalina provincial y un gran cabezón en Valladolid. Justo lo que los «padres» de la autonomía no deseaban, pues el propio Martín Villa, factótum de entonces, me explicó que eran tal las presiones que lo mejor hubiera sido ubicar la sede en Tordesillas, por historia y por geografía.

Pero volviendo al tema, la solución pasa por asimilar la realidad, industrializar el campo y concentrar personas y servicios en las cabezas comarcales que existen en nuestra tradición cultural.

En ABC

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