El jaleo que esta semana ha provocado el nombramiento de alumna honorífica a Isabel Ayuso en la Universidad Complutense de Madrid ha transcendido a nivel nacional como noticia de primer orden compitiendo con la ola de frío o la guerra de Ucrania. Lo triste del asunto es su similitud o reflejo de lo que se está produciendo actualmente en la sociedad española. Castilla y León incluida. El ambiente de crispación diseñado a la perfección por las fuerzas de la ultraizquierda y los separatistas ha dado, años después, sus frutos. Las universidades públicas, en especial las que tienen que ver con las Ciencias Políticas o la Comunicación se han convertido en fábrica de talibanes de la ideología neocomunista. La entrega de las competencias, especialmente de Educación y Cultura a los gobiernos regionales ha facilitado cuarenta años de lavado de cerebro y aculturación, en términos marxistas, de las sociedades plurales de las que se compone España como destino final, o así debería ser.
En Castilla y León no estamos ausentes de este fenómeno político. Lo vemos a cada metedura de pata del vicepresidente que, da excusa, a que lo más radical de lo ultramontano se sienta a gusto con situaciones de controversia social. Pero no lo olvidemos, la España de la Constitución del 78, la Transición, fruto de la moderación y la cesión de todos en sus posturas ideológicas es ya un espejismo.
Una generación política nueva ha entrado en escena y tanto sus formas como sus objetivos son la conquista del poder por encima de todo, hasta de la Ley, y si no sirve, se modifica. Y así, el espíritu de la democracia se va evaporando y su obra: las instituciones públicas y sus leyes están carcomidas por el paso del tiempo. La etapa de mayor credibilidad de vivir en plena libertad ha pasado. Los violadores a la calle, los independentistas ya no son cuatro y el del tambor sino generaciones de jóvenes adoctrinados en planes de estudios antiespañoles. España, como esta semana en la Complutense de Madrid, tendrá su noche de cristales rotos si nadie lo remedia, el Partido Popular tampoco, nadie se atreverá a prohibir el comunismo y similares como sí se ha hecho en países europeos que han sufrido en sus carnes el paso de comisarias políticas con inmaculados expedientes académicos.