Luis Iglesias
Jesús Garnelo Álvarez es una de esas personas que tuvo que ‘’volar del nido’’ para ganarse la vida. Este ingeniero ponferradino inició su andadura profesional en el sector minero, cuando se incorporó al departamento de industrialización y control del lavadero de carbón de la MSP en Villablino. Allí pasó seis temporadas, del 1991 al 1997, año en el que una llamada de su hermana le cambió la vida: el Teatro Real de Madrid buscaba empleados para su departamento de mecánica, y el ingeniero encajaba con el perfil solicitado, por lo que dejó su casa en Laciana y se instaló en la capital.
Hoy, Garnelo es el jefe de mecánica escénica del Teatro Real, donde se encarga tanto del transporte de las máquinas que permiten cambiar los decorados como de su mantenimiento. Hace un año, antes de que la COVID-19 clausurara el teatro, la vida le lanzó a Jesús Garnelo un reto aún más complicado, una enfermedad que ya es agua pasada. Garnelo salió ileso de esa batalla, y hoy continúa siendo uno de los robustos pilares que sostienen el santuario de la ópera europea ubicado en el centro de Madrid.
¿Qué formación requiere su trabajo? ¿Cómo llegó a ocupar el cargo que tiene actualmente?
Estudié Ingeniería en Tecnologías Industriales. La oportunidad de trabajar en el Teatro Real me llegó de casualidad; yo trabajaba en el departamento de industrialización y control del lavadero de carbón de la MSP en Villablino –desmantelado actualmente- en el que estuve del 91 al 97. En ese mismo año, en el 1997, cuando yo tenía 30 años, publicaron ofertas de empleo en el teatro y mi hermana me llamó, contándomelo. Yo no creí que en el teatro necesitaran a alguien como yo, a un ingeniero para ocuparse de la logística y el mantenimiento del titiritero mecánico –una sofisticada caja escénica ocupada de mover escenarios y decorados- pero, en efecto, mi hermana tenía razón; me contrataron y ya llevo 24 años aquí.
En una entrevista que concedió hace unos meses explicó que el Teatro Real de Madrid utiliza la misma maquinaria escénica desde el 1997, año en el que casualmente usted fue contratado. ¿Por qué no es necesaria una modernización para estas máquinas?
Sí que se ha realizado una modernización, aunque no de las máquinas en sí, sino del sistema de control. En cambio, los artefactos a los que te refieres terminan el año con 8 horas de servicio como muchísimo, por lo que sería absurdo modificar la parte mecánica de los mismos. Me moriré yo, mis hijos e incluso mis nietos, y las máquinas seguirán siendo las originales, aquellas con las que yo comencé a trabajar a mi llegada a Madrid.
¿Qué supuso el COVID-19 para el teatro? ¿Le enviaron al ERTE?
Pues estuvimos tres meses en casa, hasta que el teatro pudiese abrir de nuevo. No, no nos enviaron al ERTE, sino que esas horas que no trabajamos, las horas perdidas, pasaron a lo que se denomina una bolsa de horas. A través de esta, vamos recuperándolas poco a poco. Por suerte, la pandemia no supuso ningún problema económico ni nada por el estilo.
No obstante, yo no pensaba en eso, ya que justo antes de que la pandemia lo paralizase todo recibí una trágica noticia: me diagnosticaron un cáncer, y para combatirlo recibí sesiones de quimioterapia durante los meses de confinamiento. Como comprenderás, tenía problemas mayores que la COVID-19.
¿Cómo es la vida después de una enfermedad así? En el trabajo, por ejemplo, ¿se encuentra uno con las mismas fuerzas que antes?
Claro que sí. Afortunadamente, superé la enfermedad y ahora me encuentro con las mismas ganas que el primer día. Hemos vuelto a trabajar de la misma forma que antes de que se viese interrumpida la actividad del Teatro Real, y yo estoy ‘a tope’ para seguir liderando el departamento de mecánica escénica.
Dejó usted Ponferrada hace muchos años. ¿Qué podría decirnos de su tierra? ¿La visita a menudo?
Voy a Ponferrada todo lo que puedo, aunque siendo sinceros, eso es muy poco. Para mí sigue siendo ‘’casa’’, y cuando digo que me voy a casa, pienso en Ponferrada, ya que por muchos años que lleve en Madrid, Ponferrada siempre será mi casa.