El 2018 se cerró de forma vertiginosa en las comarcas mineras de Laciana y el Bierzo, desembocando en el fin del carbón y de las térmicas, muertes por otro lado anunciadas e inevitables por mucho que nos empeñaramos en lo contrario. En octubre se firmaba el acuerdo marco ‘para una transición justa de la minería del carbón y el desarrollo sostenible de las comarcas mineras para el periodo 2019-2027’, un nuevo plan del carbón dotado de 250 millones en cinco años, prejubilaciones y bajas incentivadas para los mineros, suscrito por el Gobierno, los sindicatos y la patronal, así como el resurgir de Ciuden como eje vertebrador de dicho plan. Endesa y Fenosa anunciaban por su parte planes sociales, recolocaciones e inversiones compensatorias en el territorio por el cierre de las centrales de Anllares y Compostilla. Y hasta ahí hemos llegado.
Ciuden inicia su nuevo recorrido a marchas forzadas y con la sombra de un no lejano y posible cambio de Gobierno que vuelva a modificar sus objetivos, contenidos, que le dé la vuelta en uno u otro sentido en base a criterios meramente políticos. Del contenido del acuerdo para la ‘transición justa’ nada más se sabe que lo trasladado a los medios. Y de los planes de Endesa y Fenosa, aún menos.
Así, una calma chicha se ha instalado en unas cuencas mineras agotadas de pelear (los únicos que lo siguen haciendo son los trabajadores de las auxiliares de las térmicas). Pero el futuro sigue siendo incierto. Urge más que nunca, como señalan las auxiliares, que nuestros políticos tomen las riendas y lideren, exijan que las promesas se cumplan, que los planes tengan contenido y, sobre todo, que se comiencen a aplicar ya, aunque la próximidad de las elecciones autonómicas y municipales y, con ellas, su futuro político, tenga a unos cuantos ‘despistados’.