El homenaje de Santa Bárbara de este año ha recaído en una figura ejemplar para muchos vecinos de la pedanía e incluso de la comarca de Laciana: Policarpo Fernández Rivera, un hombre cuya vida y carrera son un testimonio de sacrificio, compromiso y amor por su profesión. A sus 83 años, Policarpo, nacido el 10 de julio de 1941 en Llanelo, concejo de Ibias (Asturias), ha sido reconocido por su incansable labor en la minería, un sector que marcó su vida desde muy joven.
Comenzó su trayectoria en la minería en 1960, a los 19 años, cuando ingresó en la MSP (Minero Siderúrgica de Ponferrada), específicamente en el grupo de Paulina, en Caboalles de Arriba. Su carrera minera abarcó diversas categorías, desde ramplero hasta minero de seguridad, pasando por picador y ayudante minero, para finalmente jubilarse como posteador en 1989. A pesar de los riesgos inherentes a su profesión, Poli jamás sufrió accidentes graves, una muestra de su profesionalismo y prudencia. Aunque recuerda algunas circunstancias peligrosas o muertes que le marcaron. “Había un caboverdiano joven, de muy poca edad, acababa de llegar a Laciana, y lo encontré en el interior de la mina postrado en el suelo, tuve que sacarlo al exterior en brazos”, contaba Poli visiblemente emocionado pero curtido de muchas batallas en la mina. Su muerte fue fruto de la acumulación de grisú.
Uno de los recuerdos más entrañables que compartió con nosotros fue un incidente en el taller de la 4, cuando ordenó evacuar a todos los presentes minutos antes de que el taller colapsara, salvando vidas gracias a su aguda percepción del peligro, porque “hay que tener miles de ojos en el trabajo” insistía Poli, y “más cuando no hay mucha seguridad”. Este acto, junto con su capacidad de liderazgo y compañerismo, lo convirtieron en una figura muy apreciada por sus vecinos y compañeros de trabajo.
No quiso pasar por alto la huelga de 1962, La Huelgona. Para él, y para muchos otros, fue un punto de inflexión en cuanto a las mejoras de seguridad y de nóminas. “Desde aquella gran movilización, han cambiado mucho las cosas. Pero reclamábamos las mejoras en cuanto a la seguridad porque se nos iban las vidas dentro de mina”. Tanto es así que su primer salario en la mina fueron 520 pesetas, es decir, 3,12 euros. “Un trabajo esclavo, muy esclavo”, contaba pesaroso. Y pese a las justas reivindicaciones que realizaban en las calles a través de los sindicatos y las movilizaciones colectivas, en numerosas ocasiones se vio coartado por la represión de la guardia civil, e incluso por los dirigentes de la empresa que “nos interrogaban para sonsacar los nombres de los responsables de las movilizaciones”.
Sin embargo, “yo siempre he sido muy bromista” reconocía Poli entre risas y con el humor que le caracteriza. “Una vez, bajamos un compañero y yo del lavadero al Pozo Balanza, le costaba trabajar a este compañero” y entre risas continúo diciendo “le pedí que me ayudara para cambiar las vías del vagón. No quiso, así que cogí y no hice la aguja para cambiar la dirección, y acabaron los seis vagones llenos de carbón dentro del pozo”. Solamente estaban ellos dos, y Poli le recriminaba “¿Y ahora qué, por qué no ayudas?¿No ves que uno sólo no puede?”. Terminó la anécdota esbozando una sonrisa y echándose las manos a la cabeza porque estuvieron varios días sacando los vagones del pozo.
En el ámbito personal, Policarpo formó una familia en Caboalles de Arriba, donde se casó en 1963 con Asunción. Juntos tuvieron dos hijos, Policarpo y Ana, y posteriormente disfrutaron de la llegada de dos nietos, con quienes hoy comparte su merecido descanso rodeado de sus seres queridos.
Hablando con él y su esposa, no solo recuerdan la minería como uno de los sectores claves dentro de la unidad familiar, sino que la ganadería para ellos también era parte de sus quehaceres diarios. Tanto es así, que en la época de verano al ir a la hierba, recuerda salir de la mina, comer rápido y ponerse a trabajar con el resto de su familia en el prao. Asunción, puntualizaba en la conversación que “eran épocas duras”, y seguía explicando que “muchas veces salía del pueblo hacia Paulina con la cesta de la comida para pañar la hierba en la braña de Fleitina”.
Un día de reconocimiento a todos los mineros
El acto tendrá lugar en el Salón Parroquial de Caboalles de Arriba con la entrega de la lámpara minera y un diploma conmemorativo, seguido por la interpretación del himno de Santa Bárbara a cargo de Albina, descargas de fuegos artificiales y un brindis con pinchos y vino en honor a todos los asistentes.
Este homenaje no solo celebra la vida minera de Poli, sino que también recuerda a todos aquellos mineros que ya no están, víctimas de causas naturales o accidentes laborales, honrando la valentía y el sacrificio de quienes trabajaron bajo tierra. Concretamente de esa generación que dedicó -y algunos aún dedican- su vida al trabajo duro, dejando un legado de fortaleza y unión. Policarpo Fernández Rivera, con su ejemplo de vida, será siempre recordado como un símbolo de la nobleza y el espíritu de la minería.