En la espesura del bosque, en un estrecho valle enmarcado por los picos de Cueto Nidio y Nevadín y por el que descienden las aguas del arroyo de Brañaronda, habitan desde tiempos inmemoriables los enormes tejos de Rioscuro de Laciana, de hasta 15 metros de altura y siete de diámetro.
Rioscuro es en la actualidad una pedanía de Villablino que destaca por sus amplias masas forestales. Acebos, robles, avellanos, fresnos, abedules, arces… los árboles comparten protagonismo con tres brañas, las de Vilforcos, Brañaronda y Braña Murias.
Esta zona es además territorio de leyenda, y no solo por sus tejos con más de 1.000 años de existencia -según algunas fuentes-, que por si mismos ya hacen historia, sino también por los relatos que han llegado a nuestros días sobre tesoros escondidos, el más famoso el de ‘El carnero de oro’ enterrado por los moros.
Tóxicos y sagrados
De madera muy apreciada desde la antigüedad, el tejo es un árbol tóxico a excepción de la corteza carnosa del falso fruto (arilo). La semilla negra que alberga contiene un alto porcentaje en taxina. Este alcaloide se usa en el campo médico para combatir afecciones cardiacas, tratar mordeduras de víboras y actualmente se está probando su efectividad para combatir algunos tipos de cáncer. Y es precisamente su toxicidad la que hace del tejo un árbol famoso. En el ámbito bélico, su veneno se usaba para emponzoñar las puntas de flecha, también como arma suicida.
En el ámbito sagrado, el tejo siempre aparece asociado a la rueda vida-muerte, algo que puede explicarse si tenemos en cuenta su fama de especie longeva y su capacidad de regeneración. Al instaurarse el cristianismo, este concepto de “renacimiento” se adaptó al de “resurrección”. Es por ello que muchas iglesias tienen un tejo en su entorno.
Ruta
Por la carretera general, en Rioscuro tomaremos el desvío a LE-493 al Villar de Santiago. En el punto marcado con un panel informativo, dejamos el coche y empezamos la ruta andando. Veremos a mano derecha un camino que nos llevará a cruzar el arroyo que viene del Villar. El camino va ascendiendo sin mucha dificultad atravesando un frondoso bosque hasta una última zona de prados, aquí ya divisaremos la primera cabaña de la braña de Brañarronda; es una cabaña robusta y en un excelente estado de conservación.
Aquí tomaremos el camino de la derecha con una pequeña pendiente hasta alcanzar la segunda cabaña. Continuamos el ascenso hasta una bifurcación donde debemos tomar el camino de la izquierda. En un primer tramo llano encontraremos una fuente y ya accederemos al corazón del bosque de Brañarronda, de una gran belleza. A mano izquierda veremos el arroyo en el que se forman varios saltos de agua y pequeñas cascadas. Tras un ligero ascenso contemplaremos un petroglifo y los tejos. Los tejos son ejemplares de gran porte, algunos con más de 7 metros de diámetro y 15 metros de altura; estos datos nos indican que tienen más de 1000 años de antigüedad. El regreso se hace por el mismo camino por el que hemos venido. Todo el recorrido se encuentra señalizado con postes indicadores, hitos y marcas de pintura blanca y amarilla.
FOTOS DE QUINITO: