PREMIOS MUJER 2024

Algo me dice Laciana

Son casi las ocho de la tarde y estoy aquí sentado, en una cafetería con sillas de mimbre y falso
techo también de mimbre, de nombre romántico y literario, dejándome empapar por la magia de las
voces y sonidos que resuenan en la sala. Las tardes de invierno tienen ese especial atractivo:
reunirse al calor de una mesa donde poder tomar algo caliente y conversar, o simplemente escuchar,
lo que cada quien tenga que contar.

Dicen que la curiosidad mató al gato pero como yo no soy un gato, me encanta curiosear en el
ambiente, darme cuenta de la necesidad que tenemos los seres humanos de comunicarnos, de hacer
partícipes a los demás de las pequeñas historias que van regando nuestro preciado camino diario.
Sin embargo me da la sensación, la triste sensación, de que cuanto más hablamos menos
escuchamos y quizás, sólo quizás, el secreto esté precisamente en eso, en escuchar, escuchar
atentamente, no pensando lo que vamos a responder, de hecho, no pensando. Sólo escuchar con toda
la intención, poniendo el corazón en ello. Si alguna vez han hecho ese ejercicio, el de escuchar, ya
sea a un amig@, a un espacio o al silencio, se habrán dado cuenta de que todo, absolutamente todo
nos está hablando, sin palabras que acompañen ni sonidos que se emitan. A mí personalmente me
hablan mucho los ojos. Los hay tristes, cansados, culpables, huidizos, hay ojos llenos de ira y otros
llenos de un amor profundo. También me hablan las piernas cruzadas, las juntas, las abiertas, las
nerviosas y las tranquilas, las piernas amodorradas y aquellas llenas de vida.

Se preguntarán ustedes que tendrá que ver toda esta perorata que les estoy contando si en verdad
esto es un periódico que trata de Laciana, ergo, tendría que hablar más de Laciana y menos de
piernas que hablan. Bueno, como habrán podido suponer, y si no lo han supuesto ya se lo confirmo
yo, a mi me gusta escuchar. También me gusta escribir, si no, no estaría aquí dando lustre a mi
pluma, pero encuentro un placer casi místico en ponerme a escuchar lo que alguien quiera decirme.
Y, como no, me gusta escuchar lo que Laciana me dice, lo que me dicen sus gentes, sus
instituciones, los vientos que la recorren, las nieves que jalonan su historia, en fin, me gusta
escuchar el latido de una tierra que llevo metida en la sangre, por mucho que lo olvidara durante
tanto tiempo (es lo que tienen las diásporas, llevan consigo el olvido).

Es curioso como los seres humanos hacemos asociaciones, lógicas o ilógicas, con todas aquellas
cosas que percibimos. Yo soy mucho de sincronías, de causalidad más que de casualidad. Llámenme
ingenuo, o más bien iluso, lo mismo da. Cada cual capta la información que le llega y, con ella, se
hace su propia historia llena de continente y contenido. Mi historia me dice que Laciana tiene
nuevos proyectos ilusionantes, y también me dice que en menos de tres meses la lotería ha repartido
dinero en el valle. ¿Casualidad o causalidad? ¿Es una señal del universo? Para mí sin duda lo es,
para algunos de ustedes y ustedas, seguramente, no tanto. En cualquier caso lo mismo da lo que
pueda pensar yo o lo que puedan pensar ustedes. Lo cierto es que savia nueva está entrando en el
valle con sus proyectos de ocio, sus becas ilusionantes, sus nuevos emprendedores, sus
comerciantes intrépidos, sus proyectos tecnológicos, sus nuevos cultivos orgánicos… eso es lo que
importa, que Laciana se mueva. Y Laciana se está moviendo, de poquito a poco, eso es cierto, pero
siempre hay que dar un paso antes de llegar al otro. Buenos vientos se acercan, eso es lo que
Laciana me está diciendo.
¿Y la mina?
Bien, gracias, esa última batalla ya la perdió hace tiempo.

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