Mientras discutíamos sobre si España es o no una democracia plena, llegó el 23F. Esa fecha en la que la mayoría expresamos sin paliativos nuestra apuesta por la libertad, por la fuerza de nuestras instituciones y por la convivencia pacífica.
El 23 F es como un segundo cumpleaños de nuestra Constitución. Muchas personas, cuando consiguen superar un accidente o una enfermedad que las ha puesto al borde de la muerte, desde el feliz día en que consiguen verse libres de esa amenaza, incluyen esa fecha en su calendario de vida y lo celebran como si realmente volvieran a nacer.
La identificación que solemos hacer entre democracia y Constitución, nos invita a recordar este día haciendo un reconocimiento a la fortaleza de nuestra democracia y evidenciando los peligros constantes que la acechan.
Unos peligros que tienen que ver, por ejemplo, con confundir la defensa de los derechos fundamentales con el vandalismo callejero. Aunque también es peligroso arrogarse la defensa de derechos fundamentales con una legislación punitiva tan restrictiva que resulta contraria a la propia naturaleza del derecho que se pretende proteger. De igual manera se pone en riesgo nuestra democracia cuando la autoridad, vía boletín oficial, se extralimita en sus competencias y vulnera, con sus decisiones, la legalidad
Se pone en solfa nuestra democracia cuando altos representantes del poder judicial traspasan las fronteras de su legítimo espacio incurriendo en ámbitos de otros poderes constitucionales cuya independencia deben respetar.
Tan plena es nuestra democracia, que a pesar de esos y otros peligros, perdura y se perfecciona día a día. Nuestro modelo de convivencia se fortalece con cada crítica constructiva capaz de conjugar la lealtad a las instituciones con la denuncia de sus abusos, con cada gesto que muestra intolerancia hacia la corrupción, con cada medida que elimina una barrera social y reduce desigualdades.
Asique, sigamos creyendo y cuidando de nuestra democracia, cada uno, cumpliendo con nuestra cuota de responsabilidad. Siempre atentos a los indicios que nos advierten de los caballos de Troya que se cuelan en el sistema, nunca permisivos ante los intentos involucionistas de los nostálgicos de tiempos pasados llenos de miedo, odio y miseria. En democracia, nos toca estar siempre en alerta, en alerta democrática.