De un banco nos llega la nueva receta social. Cuerpo a tierra ciudadanos. Un banco, el antaño emisor, el de España, pontifica sobre política laboral. Los pájaros contra las escopetas. Su última recomendación: que la prestación por desempleo se reduzca en el tiempo de percepción, para que el trabajador ponga más empeño en la búsqueda de empleo. Un ejercicio dialéctico de prestidigitación que haría las delicias del gran y cachondo ilusionista Juan Tamariz.
La política palaciega tiene estos contrasentidos. Los cortesanos son expertos en la reverencia al poderoso y en la palabra sensible al fino oído del poder. Practican e idean en los pasillos, pero se dan un garbeo por ahí fuera, por la calle de la plebe, y terminan más despistados que un torero tras el telón de acero, que diría ese juglar del lumpen que es Joaquín Sabina.
Un banco se las sabe todas cuando dictamina sobre finanzas. En lo social solo está para el palo y tentetieso. Creer o hacernos creer que el paro se va a controlar por reducir las prestaciones por desempleo es un voluntarismo inútil de vendedores de humo. Se queda a media cópula. Olvidan o tachan sus sesudos expertos que esta lacra estructural de la economía española es una costra petrificada en nuestras macromagnitudes desde el inicio de la etapa democrática. El mundo del trabajo es la calle en estado puro y ellos están ensimismados en sus despachos de moqueta y aire acondicionado.
El paro tendrá solución en España cuando cambie la mentalidad empresarial. Cuando la casta financiera dé prioridad a la contratación y deje de lado su orgasmo por despedir fácil y gratuito. La Ley de la Reforma Laboral es el blanco sobre el negro del absoluto predominio de despedir sobre el de contratar. Recortar personal es el dominante ejercicio de imaginación de los empresarios en el encuadre de cuentas de resultados anuales. No llega más allá su inventiva.
La recomendación del Banco de España es falsa y agraviante hacia la parte más dañada de ese drama humano que es el desempleo. Cinismo brutal culpar a los parados, que sufren el desgarro de verse en la calle, de tener una percepción temporal de supervivencia, que no llega, ni de lejos, a los emolumentos que percibían en activo, con la que paliar una angustia vital. Salario, pensión y prestación por desempleo son tábanos de la orilla social que en estos ambientes hacen brotar urticarias.
ÁNGEL ALONSO