La reciente visita del ministro de Fomento, José Luis Ábalos, a la provincia de León ha generado un reguero de noticias, comentarios e impresiones que no ha dejado indiferente a toda la sociedad leonesa.
En Ponferrada, inaugurando el rescate del palacio o castillo viejo dentro del propio Castillo templario el ministro se dio un auténtico masaje de promoción y agradecimiento. Las autoridades de la zona, alcalde incluido, agasajaron de un modo que rozaba el hacer la pelota, en Román paladino, un tanto sonrojante por lo de vergüenza ajena de los presentes. Eso sí, prometió atender a todas las peticiones, deshacer el nudo ferroviario del Manzanal, la autovía a Valdeorras, a Asturias por La Espina y todo lo que le reclamaban como una carta interminable a los reyes magos. Él, en su papel, no dijo que no y aseguró “tomar nota y hacer las gestiones necesarias para desbloquear estos proyectos”. Pero el quid de la cuestión es de dónde sacar el dinero. Nada. Sin problema. Los fondos europeos.
Esos mismos fondos europeos son los prometidos en León que, en un acto donde el alcalde José Antonio Diez sacó los colores al ministro. Enfadado por no acudir al Ayuntamiento capitalino aprovechó otro acto para recitarle el rosario de afrentas y deudas de grandes obras públicas en las que León capital lleva atascada decenas de años. El leonesismo del también secretario local socialista de la ciudad le ha llevado a un discurso radical y de fuerza ante el aparato del partido y de sus representantes gubernamentales, como es el caso de José Luis Ábalos, cuyo entorno (un asesor) llegó a mantener un enfrentamiento verbal en privado con Díez.
Ahora el tiempo dirá cuál era la mejor forma de recordar al Gobierno sus deberes para con la provincia, si el agasajo del Bierzo o cantar las cuarenta en bastos como lo hizo el alcalde leonés. El abandono sigue ahí, esperando, como el arpa de Gustavo Adolfo Bécquer, la mano que quiera arrancarla. Y mientras tanto nuestra España se nos rompe por unos indultos que dinamitan el sistema democrático que nos dimos en 1978. El poder político lo ha inundado todo. Y no es eso…no es eso.
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