Para el Parlamento regional éste es un año especial o al menos así lo están viviendo y preparando desde dentro todos sus miembros. Se cumplirán nada menos que 35 años de su formación y por ende, de la Junta de Castilla y León. Saber distinguir lo que es el Ejecutivo del Legislativo, con sus vasos comunicantes, es algo que aún hoy resulta una tarea pendiente a lo largo y ancho de las nueve provincias -y media- de la Comunidad.
Las Cortes, llamadas así abreviadamente, pero que recogen una tradición milenaria como recuerdan los primeros Fueros del mundo, los de León, son un poco así como el pariente pobre de la todopoderosa Junta de Castilla y León. Pero esto viene provocado no sólo por una mera cuestión de presupuesto, de dinero contante y sonante, sino también por la trascendencia social y el conocimiento de la institución en sí dentro de la sociedad castellano y leonesa.
A ojos del gran público, de los que no están de alguna forma en «la pomada», las Cortes son un lugar donde se reúnen unos señores a discutir temas regionales. Por eso son muy importantes esas visitas concertadas de colegios e institutos a la sede de todos, el abrir las puertas y ser transparentes como sus holgadas galerías acristaladas a toda la ciudadanía. Pero también se echa en falta una salida física de Valladolid, una interacción mucho mayor entre sus miembros, sus componentes y la sociedad a la que representan.
Siempre han existido procuradores regionales de mayor proyección y de menor actividad. Va con la persona. Pero de alguna forma la distancia física, grande, se debe acortar en una región tan amplia como la nuestra; y ahí están llamadas las nuevas tecnologías de la información como herramientas de, al menos un primer estadio, proyección hacia la opinión pública. De ahí a la interacción quedaríamos a un paso.